Blog | Arquetipos

Acuérdate cuando sea otro

ACUÉRDATE DE mí. De quién era yo. De qué lugar ocupaba, más o menos, en la vida que habíamos conseguido tener. Era feliz. O, al menos, no era infeliz. No creía serlo. No parecía que lo fuera. Tú tampoco. Ni los niños. Una familia normal, o media, o lo que sea que se llame a ese grupo en el que estábamos incluidos. Éramos un prototipo. Y supongo que a mí me parecía bien aunque tampoco pensaba en ello.

Qué importa dónde nos encajen si la vida está de nuestro lado, hubiera sido la conclusión en caso de haberlo pensado. Acuérdate de mí porque estoy perdido. Es un mundo éste difícil de creer. La culpa viene, atraviesa y adquiere formas, personaliza siluetas que no son yo. Eso me libra de muchas cosas. ¿Fui cobarde? Me da igual, llámame lo que quieras. La valentía es una cualidad arcaica en un contexto en el que todos tienden a tirar la piedra y esconder la mano. Nuestro hijo se fue y yo lo busqué, lo encontré y no lo traje de vuelta. Él no quería.

¿Qué iba a hacer? ¿Encadenarlo y arrastrarlo en mi taxi hasta nosotros? Su voluntad era otra. La respeté. Sé que ya no te sirven mis palabras. Lo que diga o deje de decir te trae sin cuidado. Ya rompiste los lazos que nos quedaban, como si yo no fuera sensible a esa distancia, a esa fractura. Tú me acusas, yo te acuso. Lo demás a la deriva o nosotros a la deriva y la vida por su lado, al margen.

Acuérdate de mí. Ni siquiera sabía lo que hacía. Quería sentir, otra vez, algo. Algo que no fuera hastío, repugnancia, condena. Intenté otra cosa. ¿Es acaso tan reprobable? Fui el único que salió ahí fuera e intentó algo distinto. Y si mi acción es un lugar común, no me preocupa en absoluto. ¿No habíamos quedado en que éramos seres normales? La gente corriente hace cosas ordinarias. Me preocupaba que te dieras cuenta, que alguna señal te alertara de mi cambio. Porque sí, cambié. Mejor dicho, volví a ser el que era y quise volver a tener contigo lo que tenía. ¿Amor? No sé. Aquello que parecía seguro. Es curiosa esa mentira. Nos la creemos. Los del montón y los demás.

Tú esperabas que yo hiciera mucho más que seguir en mi taxi, recogiendo a personas que no me interesan, llevándolas de aquí para allá, a puntos concretos de la ciudad, a destinos deseados, a lugares con significado. Odiabas que continuara cumpliendo órdenes de un jefe sin escrúpulos y que llegara a casa sin nada que decir. Quizá me equivoque, pero puede que me odiaras incluso a mí, por llegar con el silencio metido en las entrañas. Si no traje a nuestro hijo a casa fue porque no supe. La ignorancia se paga muy cara. Ahora lo sé. Pero ahora ya carece de sentido preguntarse cualquier cosa.

Quería que volviéramos a ser los de siempre, que era lo que yo conocía. Por eso dije que sí al trabajo. Al fin y al cabo consistía en conducir, no necesitaba saber nada más. Y era mi amigo quien me lo ofrecía. Ya sé, no me lo recuerdes de nuevo, mi amigo no te gustaba porque no era de fiar. Pero en la infancia compartes cosas que permanecen, no lo puedo explicar. Nunca pude hacerlo. Así que accedí. Después ya sabes lo que pasó. Acuérdate de mí, que quise explicarte de la manera equivocada que se nos estaban acabando las oportunidades. ¿Vanidad? Sí, es probable que también hubiera algo de eso. Y rencor. También rencor. Por esa condena diaria, apabullante, intransigente. Por esa reducción de un ser a una ausencia.

Esto es ‘The driver’, miniserie británica que cuenta la historia de Vince, un taxista golpeado por un drama familiar, que toma una decisión con resultado fatal. Es previsible en la narración pero interesante en su esencia.

Título: The driver.
Director: Jamie Payne.
Reparto: David Morrisey, Claudie Blakley. Ian Hart, Sacha Parkinson.
Cadena: BBC.
Calificación: 3 / 5

La cuestión es concursar

ESTE PROGRAMA se emite en Energy, se llama ‘Cara a cara, maquillaje de zombies’ y la fórmula es la de siempre, un jurado y unos concursantes que se pirran por trabajar en Hollywood creando aliens y muertos vivientes. Lo hacen de maravilla y da mucho miedo o un pelín de repugnancia. Por el realismo de vísceras, sangre y demás, digo. A mí me parece bien, aunque tampoco me importaría que fueran a una escuela de efectos especiales o como se den en llamar y aprendieran allí.

Comentarios