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La pata chula de Filipo II

LA HISTORIA se desdice continuamente. No hay más que levantar la placa del titular de una plaza o calle para que te den un susto de muerte. ¡Anda, y yo que creía que Vázquez de Mella, el tribuno tradicionalista asturiano, había muerto en febrero de 1928! Pues no, al parecer fue franquista toda su vida sin saberlo. Por eso le han quitado la placa de su plaza y han puesto la de Pedro Zerolo. Orden de Manuela, la alcaldesa. Como la plaza está en el límite de Chueca, venga, Zerolo.

Ahora el puterío universal se ha apoderado de todas las civilizaciones, se ha convertido en una manera de vivir para muchos holgazanes

¿Y la alcaldesa? Se ha ido al Vaticano a hacer preguntas: que por qué se va uno de putas, dice. Como es un poco sorda -fíjense en su cara cuando atiende- alza la voz. No creo que lo diga por el Papa, por Dios, pero cuanto más sagrado es el escenario más escatológicas -segunda acepción- se ponen. No me extraña que sienta debilidad por su versión original, Rita Maestre: ¡qué buen escenario el Vaticano para tu stripteese, Rita!. No lo crean. En la sociedad sumeria del siglo XVIII a.de C., lo primero que hacía el recién llegado era ir al Vaticano de Ur, patria de Abrahan, es decir, al templo y yacía con la hetaira que allí prestaba sagrado oficio para el placer de los que llegaban. La versión siglo XX -usted lo recordará- se llamaba chica de servicio. Y la alternativa del fulaneo acabó siendo la práctica más habitual cuando empezaron a escasear las fámulas. Antes había mujeres que trabajaban en casas decentes y que se prestaban a iniciar a los chicos ya crecidos de la familia en materia tan delicada como saber qué hacer con el sexo. Ahora el puterío universal se ha apoderado de todas las civilizaciones, se ha convertido en una manera de vivir para muchos holgazanes; poco importa aquello de la honra; los hijos habidos y sus madres forman parte del currículum de mucho/as. Además, ¿quién deshonra a quién?

La plaza de Zerolo

Pero el desmadre que me ha dejado atónito ha sido la atribución de la antigua plaza de Vázquez de Mella, al lado de la Gran Vía de Madrid -detrás mismo del Bar Chicote, el del chotis- al llorado Pedro Zerolo, santo súbito de todos los colores del arco iris. No me ha sorprendido pero creía que era absurdo. Claro que el tal Vázquez de Mella (1861-1928) -fíjense en las fechas- fue un rabioso franquista, filósofo tradicionalista y reconocido carca. ¿Por qué narices iba a tener una plaza en Madrid? Pues algo por el estilo le va a pasar a Muñoz Seca, el de la astracanada teatral «La venganza de don Mendo» y tantas otras comedias. Don Pedro fue asesinado por un pelotón chequista, en julio de 1936; podía haber sido un franquista imperdonable; mejor muerto, dijo el jefe de la checa. Franco andaba por Marruecos y Canarias haciendo su campaña; aún no era el Generalísimo.

El pobre Cunqueiro

¿Le van a quitar a Cunqueiro todo lo bailado, es decir, calles, plazas, monumentos, hospitales, institutos de enseñanza, premios, títulos, por haber sido un franquista visceral? ¿Quién es el paleógrafo que ha leído los libros de Cunqueiro y lo acusa del crimen? Poeta, militante del partido galeguista, nacionalista de ideas conservadoras, tuvo que pasar por el aro y hacer méritos para poder comer del periodismo de posguerra, alguna trampilla incluida, pero tuvo su Día de las Letras Gallegas (1991). ¡Con lo exigentes que son en la Academia Galega! En 1945 había abandonado la militancia en Falange, antes que el mismísimo Dionisio Ridruejo, que dejó el régimen en 1948.

Creo que fue la noche del 27 de abril de 1967 cuando escuché horas y horas a Álvaro Cunqueiro. La Vuelta Ciclista había comenzado en Vigo aquel día, con una contrarreloj Vigo-Vigo. Lo tengo escrito en «Doméstico de lujo», novela deportiva que apareció en 1987. Cada etapa, con corolario, era la crónica publicada en los periódicos de la Cadena Edica durante la Vuelta de 1967. Hacía calor aquella noche, pero menos del que parecía sufrir Cunqueiro: «Perdona los nervios, estoy muy preocupado. Mi hijo ha pasado, esta misma tarde, el último examen de la oposición a notaría; son las once y media de la noche y aún no sé nada». Lo supo enseguida: sonó el teléfono y Álvaro dio un salto de felino. «¡Ah, sí? El notario más joven de España». Felicidad y brindis en la redacción; también tarta del Rei bigotudo de Mondoñedo. Aquella noche, empujado por la emoción y el alcohol, me hizo confesión general . Grande Cunqueiro. Hoy ya no se pasa por Mondoñedo, salvo que haya niebla en Abadín. Ni siquiera así. ¿Qué dice que hizo el gran Zerolo? ¡Ah,sí! Perdone.

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