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La generación de Ortega

Una nutrida nómina de grandes empresarios sigue, por éxito y edad, al fundador de Inditex

GALICIA PUEDE presumir de contar con una especial ventaja comparativa frente a cualquier otra economía. Por las céntricas calles de sus ciudades saca a pasear al perro tranquilamente antes de cenar la segunda fortuna del mundo. Empresarios encaramados año tras año a lo más alto de la lista de Forbes, con patrimonios siempre estimados que
superan de largo los 700 millones de euros, pueden plantarse y hacer paciente cola en un centro de traumatología para revisión sin que nadie de la nutrida sala de espera repare en su presencia y mucho menos en su identidad. Sabemos quién manda en la segunda multinacional textil gallega y en la primera metalúrgica, pero no conocemos sus rostros. Lo insólito para otros semeja aquí lo normal. Lo cotidiano. Pero sobre todas estas benditas rarezas, sobre todo para ese grupo de empresarios y su intimidad, sobresale una que suele pasar desapercibida. Y tiene que ver con ese término llamado ahora con cierta pedantería emprendimiento. Cada vez que aterriza en Galicia un gurú del éxito en los negocios para dar una charla debe sentir cierto complejo. Y de causar ese desasosiego no solo tiene la culpa Amancio Ortega. Es toda una generación de empresarios, que por edad bien podrían haber sido niños de posguerra, o directamente lo fueron, la que corona en las listas de Forbes su manera de hacer negocios y empresa. Los clásicos del dinero sin salir de Galicia.

Podremos discrepar sobre el grado de implicación con su tierra de unos y otros, que desde luego va por barrios. También puede ser criticable que inviertan antes en sociedades de tributación laxa (las comúnmente conocidas como sicavs) que en proyectos viables en Galicia. O que su dinero se destine al ladrillo fuera de España. Pero lo que desde luego no se podrá poner en duda es que hay una generación de empresarios, que si fueran empleados de sus compañías hace muchos años que deberían estar jubilados, que han levantado auténticos emporios. Muchos siguen todavía al timón de esos grandes navíos multinacionales.

Ortega peinará este 2016 los ochenta años. Pero el fundador y máximo accionista de Inditex no es el patriarca del grupo, aunque sí el nombre propio por excelencia. Sobresalen Jesús Etcheverría de la Muela, que con 83 años está plenamente activo al frente de la presidencia de Abanca. Y al de Betanzos le rebasa en edad Jesús Alonso, fundador y presidente de Jealsa, la primera conservera europea, de la que ha estado al frente hasta hace nada. Luis Fernández Somoza (San Pedro de Calde, 1936) es otro de los decanos de la empresa gallega que va todos los días al despacho. Vendió Transportes Azkar en diciembre de 2012 y, desde entonces, ha consolidado Subel como un grupo inversor internacional, en línea con la Pontegadea de Ortega, de quien era socio y hoy es amigo. Dejaron atrás hace años las setenta primaveras promotores como Manuel y Ángel Jove, al frente de Inveravante y Anjoca, respectivamente. 

Ambos hermanos, en otro tiempo distanciados, están abonados a la hiperactividad y hoy comparten negocios. En esta selecta nómina también se encuentra Jesús Lence (Castroverde, 1940), al frente de Leite Río y Leyma, el primer grupo lácteo de capital gallego. Y algo menos en el día a día, desde que la familia Calvo decidió vender un paquete de la conservera al Grupo Bolton, está el patriarca del clan de hermanos, José Luis Calvo Pumpido, con 78 años. Prácticamente de su misma edad es José Manuel Loureda Mantiñán, el ingeniero de Betanzos que fundó Sacyr Vallehermoso, y hoy se encuentra todavía entre sus mayores accionistas.

Los de ellos no son ni mucho menos casos aislados. Ramiro Carregal (Frinsa, líder absoluto de la conserva para marca blanca) soplará 89 velas este año. El suyo es un caso especial, por la juventud que desprende. Podría cerrar esta lista Magín Alfredo Froiz (1943), una vez resuelta la transición en el seno familiar del grupo de distribución pontevedrés. Toda un estirpe, que bien podría llevar el nombre del creador de la moda rápida, la "Generación Ortega", suma un peso muy relevante en el PIB de Galicia. Y lleva en ello unos cuantos años. Hace tiempo que la previsión entra en sus planes, y toma forma a través de procesos de sucesión en algunos casos milimétricamente
planificados, algo que no era habitual en el común de la empresa gallega, con marcadísima estructura familiar. La de las grandes fortunas, cimentadas sobre grandes grupos, es otra ventaja comparativa de Galicia, ejemplo para los más jóvenes de ese mal llamado ahora emprendimiento. Porque todos empezaron de la nada.


El fiasco de los biocombustibles en Galicia

ES LA historia que no pudo ser. Que se llevó por delante expectativas, ilusiones, puestos de trabajo y mucho dinero público. Hubo un día en que Galicia aspiró con argumentos a
convertirse en el gran polo de producción de biocarburantes de España. El Gobierno de Pérez Touriño puso empeño y dinero en ello. La inversión privada, de dispar procedencia,
no faltó, siempre al abrigo de las ayudas públicas. Hoy el del biodiésel gallego es un mal sueño, con la reciente suspensión de pagos de la planta de Biocarburantes de Galicia, con base en Begonte. Un año después de su puesta en marcha, en 2008, la fábrica no llegaba al 40% de su capacidad de producción.

Hoy enfila la liquidación con un pasivo de 17 millones. En preconcurso, por ahora, está otro gigante, pero esta vez en el negocio de los derivados, concretamente de los aditivos: Bioetanol Galicia, con fábrica en Teixeiro, se fue al traste cuando estalló la crisis de su matriz, Abengoa.Lleva desde 2002 en Galicia. En su día, solo desde el área de Ferrolterra y con tres proyectos, los de Entabán, Infinita Renovables y Biocarburantes Peninsualeres a pleno rendimiento, Galicia proyectó acaparar el 44% de la capacidad instalada que fijaba para toda España el Plan de Energías Renovables.Nada llegó a fraguar.

Entre 2007 y 2009, años del boom de los biocarburantes, la Consellería de Economía comprometió más de 14 millones en ayudas para promover gran parte de las compañías hoy en dificultades o simplemente desaparecidas. Las inversiones subvencionables aprobadas desde el Igape ascendieron a 110,7 millones. Más que sueño, pesadilla.

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