La terapia de pareja

Ángel Cañizares Sánchez. Psicólogo, terapeuta familiar y de parejaLa terapia de pareja desde la perspectiva sistémica ha supuesto, antes que nada, ampliar el foco de observación; observar la conducta humana, tanto la normal como la patológica, en su contexto relacional y no de forma aislada (Hoffman, 1987).Por todo esto, podemos ver como a lo largo de la vida de una pareja se producen situaciones críticas, desencuentros, pérdida del bienestar, dudas sobre la conveniencia de continuar con la relación, falta de comunicación, etc.Ante tales dificultades, normalmente, tendemos a buscar la culpabilidad y la razón de lo que está ocurriendo en una de las partes de la pareja. Sin embargo, normalmente, cuando existe un problema de este tipo, la responsabilidad va a recaer en ambos miembros de la misma. Por ello, es necesario reconocer qué procesos están ocurriendo, tanto visibles como más subyacentes, para reconducir la situación.El proceso terapéutico en terapia de pareja tiene como eje responder a dos preguntas básicas que nos podemos formular: 1. ¿Qué les está pasando? 2. ¿Cómo podemos ayudarles?Para responder a la primera, será importante entender las características individuales de cada cónyuge así como el tipo de relación que tienen establecida, tanto en el momento que vienen a consulta como las experiencias del pasado individuales o relacionales que la han propiciado. Conocer las experiencias más relevantes del pasado de cada cónyuge permite entender y legitimar las necesidades propias de cada uno, los recursos con los que cuentan, así como posibles vulnerabilidades que se hayan podido desarrollar.Para responder a la segunda cuestión, podemos atender a varias variables que van a interaccionar. Será muy importante el tipo de relación qué se va a establecer entre el terapeuta y los cónyuges, buscando una alianza compartida con ambos. Esta alianza con la pareja va a permitir al terapeuta favorecer con sus preguntas y comentarios la construcción de un contexto terapéutico en el que se puedan implementar las intervenciones terapéuticas necesarias.Cada pareja conforma un mundo de gran complejidad. Por tanto, vamos a distinguir diferentes conflictos comunes en parejas que presentan dificultades.A. Parejas con desajustes en torno a la organización de la convivenciaSon los más comunes. La mayoría de las parejas han podido presentarlos en algún momento de su relación, aunque es en el inicio de la convivencia cuando suelen detectarse. Aquí cada cónyuge considera como normales sus propuestas y se extraña o se siente incómodo frente a las del otro. Si se prolongan en el tiempo, acostumbran a reflejar el fracaso de los mecanismos de afrontamiento en donde la pareja no ha encontrado la manera de proporcionar un ajuste.Compartir la vida en común implica poder llegar a acuerdos operativos tanto en el área de las obligaciones y responsabilidades como en la del disfrute y la diversión.Campo y Linares (2002) establecen diez grandes áreas: - Manejo del espacio y del tiempo. - Tareas domésticas. - Relación con las familias de origen. - Sociabilidad. - Ámbito laboral. - Hijos. - Economía. - Ocio. - Enfermedad. - Valores y creencias. B. Diferencias en torno a la comunicación y resolución de conflictosMuchas veces la mayor dificultad que presentan las parejas radica en una comunicación disfuncional, una dificultad en el buen uso de canales verbales y gestuales. No son capaces de expresar, de una manera clara, cuáles son los gustos y las necesidades propias, ni escuchar atentamente lo que el otro expresa y desea. Se pasa así a utilizar la crítica en lugar de la queja.En otras parejas, predomina la idea que el otro ha de saber lo que uno necesita sin decirlo, o a la inversa: no hace falta que me lo diga para saber lo que piensa.Lo mismo sucede con la utilización de afirmaciones absolutas del tipo 'nunca' o 'siempre', que favorecen que se establezcan posiciones más radicales y dificultan las negociaciones al promover actitudes defensivas.Otro problema en esta dirección se da cuando la forma de resolución de conflictos es muy diferente entre ellos. Por ejemplo, un cónyuge que aprovecha sus habilidades verbales para convencer al otro o expresar las emociones de manera viva, y si es necesario, explosiva para que el otro ceda y atienda a sus razones... O todo lo contrario, utilizar el silencio y la desconexión emocional como manera de evitar conflictos.Aprovecho este apartado para resaltar la importancia de cómo acaban las peleas y qué acostumbran a hacer para reconciliarse. C. Desacuerdos básicos respecto a la definición de relaciónHablamos en este apartado sobre las expectativas de lo que para cada cónyuge significa ser una pareja, sobre cómo define él/ella la relación y cómo espera que la entienda y defina el otro miembro de la pareja.En la relación de pareja, cada cónyuge, tal como señala Sager (1980) aporta un contrato no escrito, un conjunto de expectativas conscientes e inconscientes respecto a lo que para cada uno significa estar en pareja.El problema surge cuando ambos miembros de la pareja han suscrito un contrato diferente respecto a los aspectos básicos de la relación como, por ejemplo, el deseo de tener ya hijos o no, la imperiosa necesidad de conseguir una autonomía de la familia de origen o establecer una nueva relación tras una ruptura amorosa previa... O cuando la elección se sustenta en la expectativa de cambiar al otro. Otro patrón que se puede dar es, tras periodos prolongados de acomodación mutua, de manera unilateral aparecen necesidades individuales en uno de los cónyuges, ya sea, por ejemplo, cambios respecto al ciclo vital (barreras simbólicas de los 40, 50...), cambio de estatus laboral, etc.Podemos concluir que las variables intervinientes en las parejas van a ser muy numerosas y en continuo cambio. Es, por tanto, en este ajuste a los cambios donde va a radicar el buen pronóstico de la psicoterapia.