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Rogue One

UNA  PELÍCULA  de ‘Star Wars’ es lo más parecido a una liturgia moderna. Así lo estableció George Lucas en su primera trilogía y, cuarenta años más tarde, se mantiene la estructura de un sacramento donde se reproducen los ritos en el momento adecuado y en el orden correcto. ‘Rogue One’ se atreve, con un descaro inusual porque así se lo permite su condición outsider, a saltarse toda la simbología inicial de la saga. No se desplaza el texto introductorio, con esa prosa tan reconocible, ni explota la fanfarria de John Williams, ni entra ninguno de los símbolos que nos recuerdan que estamos ante la celebración de un culto, de una tradición que se transmite de padres a hijos y se mantiene a lo largo del tiempo. Gareth Edwards parece querer desprenderse del peso de la memoria en el espectador quisquilloso y borra todo rastro que identifique a su obra con el canon galáctico.

‘Rogue One’ se sitúa en los momentos previos a los hechos narrados en el ‘Star Wars’ original, que en inglés ya se subtitulaba como ‘Una nueva esperanza’ y donde se perseguía la destrucción de la Estrella de la Muerte. La misión del grupo protagonista consiste en robar los planos de la estación para aprovechar su punto débil, un sabotaje preparado por el ingeniero jefe del superarma y padre de la heroína. La protagonista Jyn Erso (Felicity Jones) lidera un equipo formado por integrantes de la resistencia organizada y grupúsculos independientes que luchan contra el Imperio con tácticas de guerrilla.

Los guionistas Chris Weitz y Tony Gilroy demostraron que se podía ir más allá en una Guerra de las Galaxias bajo la protección de Disney. ‘Star Wars’, tradicionalmente historia de aventuras y space opera de marcos muy definidos, se arriesga con una película bélica, sin romances ni secundarios estomagantes, y profundiza en las relaciones políticas de una resistencia (des)organizada en una serie de grupos terroristas que actúan de forma autónoma.

Gareth Edwards (director de las rarísimas ‘Monsters’ y ‘Godzilla’) busca la belleza en los planetas donde se combate y plasma la batalla con más crudeza de la habitual. La destrucción que provoca la Estrella de la Muerte nunca había sido reproducida con  tanto  detalle.  No  es  una simple perturbación en la fuerza ni una explosión de tebeo. Es la devastación de un lugar que se lleva por delante todo lo que allí habita. ‘Rogue One’ plantea una auténtica batalla intergaláctica en la que los contendientes no son el Bien y el Mal, sino dos fuerzas empeñadas en destruirse la una a la otra.

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