Opinión

Una oportunidad para el rural

EL DESARROLLO del medio rural es uno de esos grandes objetivos en los que todas las instituciones públicas dicen que están trabajando, pero en el que se aprecia pocos o ningún avance. Concellos, Diputación, Xunta y Gobierno central actúan en este ámbito, con las más diversas líneas de subvenciones o con la construcción de infraestructuras, en muchos de los casos gracias a los fondos de la Unión Europea, pero de poco sirven estas actuaciones institucionales sin el respaldo de los habitantes del medio rural, que son los más afectados y a la vez interesados en conseguir que el campo pueda ser un lugar habitable y con futuro. 

Para encauzar las iniciativas de los propios vecinos que generen riqueza y empleo, hace décadas que se crearon los Grupos de Desenvolvemento Rural (GDR), a través de los que se gestionan fondos Leader de la UE, financiando proyectos productivos, generalmente iniciativas empresariales, y no productivos que dinamicen el medio rural, desde actividades culturales y deportivas a infraestructuras, pero, hasta el momento y con algunas excepciones, los GDR funcionaron a medio gas y pocos consiguieron suficientes proyectos para agotar los fondos que les habían sido asignados. Ahora, estos colectivos inician una nueva etapa, con otra organización para mejorar su funcionamiento, atraer iniciativas privadas y corregir errores del pasado.

Con la nueva convocatoria de ayudas europeas para los próximos cuatro años, que se gestionan a través de Agader, un organismo dependiente de la Xunta, los GDR han sido reorganizados con el objetivo, según la Administración autonómica, de ordenar el territorio y hacerlos más eficientes, aunque ya hay quien ve maniobras políticas ocultas detrás de estas modificaciones. 


Con sus pros y sus contras, los GDR inician una nueva etapa para dinamizar el medio rural ‘desde abajo hacia arriba


Estos cambios han reducido en Lugo el número de los grupos de desarrollo rural, que de ocho han pasado a ser seis: Terras de Miranda, en el que se agrupan la mayoría de los municipios de A Mariña; Terra Chá, con los ayuntamientos de esta comarca; Montes e Vales Orientais, de nueva formación y en el que se enmarcan los concellos de la montaña; Comarca de Lugo, refundado por los municipios que rodean la capital; Miño-Ulla, en el que se agrupan sociedades e instituciones de A Ulloa y otros municipios del sur y Ribeira Sacra-O Courel, que a los concellos de las cuencas del Miño y el Sil incorpora para esta convocatoria el courelés, antes unido a otros ayuntamientos de la montaña lucense. En total, dispondrán de 22,5 millones, una cantidad que se puede incrementar si la demanda supera los fondos disponibles.

Por lo que se refiere a la reordenación administrativa, el órgano de gestión de los GDR seguirá estando constituido por representantes de entidades de todo tipo del territorio incluido que quieran participar y por los ayuntamientos, en representación de la Administración. La novedad reside en que los concellos van a tener ahora un papel mucho más importante porque representarán el 51 por ciento de los miembros de las juntas directivas, lo que deja el control del colectivo en manos de los políticos.

¿Por qué se ha tomado esta decisión? La versión oficial y que respaldan muchos alcaldes de todos los partidos es que la Administración local es la más cercana a los ciudadanos y, por lo tanto, es la que está en mejores condiciones para atraer iniciativas, especialmente las productivas, es decir, las que implican la creación o ampliación de negocios. La idea es que los regidores y sus concejales son las personas más adecuadas para dar a conocer la convocatoria de estas ayudas, que para muchos pasan desapercibidas, y las facilidades que implican para un nuevo proyecto. Además, aseguran que la mayor presencia de los concellos evitará que los GDR funcionen solo a medio gas o estén paralizados, como ya ocurrió con algunos, como el de Os Ancares-Courel, que estuvo inactivo desde 2008 y que se intentó reactivar en 2014 con una nueva directiva, que tuvo poco éxito.

En otros ámbitos, sin embargo, la mayor presencia de los concellos en los GDR se entiende como una forma de controlarlos institucionalmente, para evitar casos, que los hubo, en los que la gestión acabó en manos de personas o colectivos que no mantenían buenas relaciones con los representantes institucionales y casi actuaban como oposición política.

Con sus pros y sus contras, los GDR inician una nueva etapa para dinamizar económicamente el medio rural ‘desde abajo hacia arriba’, como establece la propia filosofía de los planes de desarrollo rural de la UE, porque es la vía más eficaz para evitar la despoblación que sufre, un fenómeno imparable si no se toman medidas necesarias y se implica a los vecinos.

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