Blog | Fila 7

Barataria

Dirección y dramaturgia: Luis Miguel García.
Reparto: Julio Lázaro, Borja Gutiérrez Semprún, Jesús Peña, Carlos Pinedo, Anahí van der Blick.
Dónde: Mostra de Teatro Clásico de Lugo.

Tras ver Barataria lo único que me vino a la cabeza fue aquella canción infantil: "Quijote… Sancho… Sancho.. Quijote". Definitivamente la obra no ha cumplido su función; ni emocionar, ni entretener, ni enseñar. La compañía de Valladolid, Corsario, ha traído buenos montajes a Lugo pero esta vez el espectáculo se sostiene únicamente por alguno de sus actores y por el vestuario. La primera escena crea buenas expectativas: unos títeres-pájaros sobrevuelan la cabeza de Don Quijote. Algo que, aunque obvio, resulta, por lo menos, vistoso. Las siguientes nueve escenas son un trasiego de cinco personajes que entran y salen con frases inconexas y con muestras de que la locura y la cordura pueden formar parte de un mismo ser. Menos mal que el hidalgo es un personaje tan bien definido por Cervantes que es muy difícil que no ayude a salvar, aunque aquí sea levemente, cualquier obra de teatro.

Don Quijote, perfectamente caracterizado e interpretado por Julio Lázaro se desvive entre sus realidades e imaginaciones, se convierte en Sancho y vuelve a ser Quijote. Es un personaje bello, creíble e incluso tierno. Deslumbra por su físico flaco, su apariencia débil y por sus pasos largos y cautelosos. Parece que va a derrumbarse a cada momento pero se sostiene con su larga lanza al viento y la cabeza muy alta. No en vano, el dice de si mismo que es "un desfacedor de agravios". Un orgulloso Quijote al que le han colocado un escenario demasiado vacío. Se tiene que valer de su lanza, su casco y su armadura para sus juegos teatrales. Esta vez los molinos están en la nada más absoluta porque en el escenario no hay nada más que un foco que mantiene vivo a este Quijote flaco y audaz. Sancho Panza, interpretado por Borja Gutiérrez se va pareciendo cada vez más a su amo. Llegan incluso a intercambiarse sus palabras. En el fondo quieren saber en donde está la responsabilidad individual de nuestros hechos o si podemos convertir en una sola cosa lo real y lo soñado. "Conocerse a si mismo es el más duro conocimiento" afirman. La ramera Maritornes, encarnada por Anahí van der Blick ha protagonizado el momento más emotivo, acercándose al público para decirnos que también puede ser una "bella princesa" porque el ser y el estar en el mundo depende mucho de la imagen que tengamos de nosotros mismos. Parte de la mirada del otro está en nuestros propios ojos. Bajarse del escenario ha sido un desacierto y más aún rebozarse como una croqueta entre el público. El moro Cide Hamete Benengeli interpretado por Carlos Pineda intenta ser un narrador de todos los tiempos: Tanto lee un libro antíguo como escribe en su ipad. Sin embargo lo único que aporta es justificar los cambios de escenas o el paso del tiempo. Diez escenas, cinco personajes, un texto simple, un vestuario bueno y un público que recibió con cierta frialdad este Quijote llegado de un lugar que se supone cálido. Corsario Teatro lleva 35 años haciendo muy buenos trabajos desde Valladolid. Con esta obra ha habido un parón. Vendrán tiempos mejores.

Comentarios