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Una autopista de oro

Audasa echa cuentas ajena a la polémica: ingresará 9.500 millones en peajes hasta 2048

QUIÉN DIJO que invertir en Galicia no era negocio? ¿Alguien puede pensar, a la vista de determinados casos, que la economía gallega no resulta atractiva para el capital? ¿A qué conclusiones podemos llegar si nos detenemos en un ejemplo de singular actualidad y polémica? Viene todo esto a cuenta de Autopistas del Atlántico (Audasa), la concesionaria que gestiona los 219 kilómetros de la AP-9 desde 1973, primero dentro del sector público, y desde 2003 bajo el paraguas privado, una vez vendida por el Gobierno de Aznar. La gestora de la principal autopista gallega es, en síntesis, como un gran estanco, con permiso de los estanqueros. Un negocio más que seguro, con la peculiar diferencia de que el grueso de lo recaudado por los gestores del vial no va a parar a las arcas del Estado, caso de las expendedurías de tabaco.

Y es que la polémica persigue en los últimos meses a Audasa como si fuera un frontispicio en el que parecen acabar todos los problemas de los gallegos. Empezando por sus beneficios, a priori muy legítimos, siguiendo por sus exigencias a las administraciones vía contenciosa, algo sin duda mucho más controvertido y que tendrá que resolver un tribunal, y finalizando por los atascos en los peajes en determinados momentos, como esta pasada Semana Santa, que siempre encienden los ánimos de los usuarios y alimentan el fuego de las críticas. Y todo ello enmarcado en la legítima y unánime petición del traspaso de la titularidad de la concesión a Galicia, que ha unido como pocas veces a todos los grupos en el Parlamento.

Para empezar, los números. Audasa ingresa más por peajes, en gran medida derivado de la recuperación de los tráficos, y obtiene más beneficios. En concreto, en 2016, según sus cuentas, ascendieron a 138,6 millones los euros facturados, un 3,3% más que en 2015, de los que 88 millones se fueron directamente al beneficio de explotación, descontados los costes fijos. Primera conclusión: de cada cien euros que la compañía ingresa por peajes, unos 64 euros son ganancias. No está mal. Tan claro lo tienen los gestores de Audasa que, en sus cuentas, establecen una previsión de ingresos hasta el 2048, año de finalización de la concesión una vez ampliado el plazo. Así, entre 2011 y 2048, la compañía habrá acumulado unos ingresos por peajes de 9.561 millones de euros, aproximadamente el presupuesto de la Xunta en un año. La cifra cobra todavía más realce si se tiene en cuenta que hasta 2048 la concesionaria habrá destinado a inversiones en reposición, es decir, al mantenimiento del vial, unos 153 millones de euros, y sus gastos financieros acumulados (en otras palabras, el coste de su endeudamiento) se irán a los 1.680 millones. ¿Hablamos de la concesionaria de una autopista o de un sofisticado mecanismo de financiación para su dueña, Itínere, endeudadísima y en proceso de venta?

Tal es la placidez financiera en la que está inmersa Audasa que su endeudamiento está clavado en los mil millones de euros desde hace años, sin necesidad de rebajarlo, y con el único menester de recurrentes emisiones de obligaciones cuando llegan los vencimientos de las anteriores. Solo en dividendos para su accionista, Itínere (controlado por el fondo Corsair Capital y participado por Abanca), Audasa destinó el año pasado la totalidad de su beneficio neto, unos 45 millones. Solo un "pero" en todo este engranaje, que tiene como objetivo último seguir ganando dinero. Para que el ritmo no se detenga, la compañía tira de actualizaciones extraordinarias de tarifas, firmadas vía real decreto, para anunciar proximas subidas de peaje. Tanto con José Blanco, primero, como con Ana Pastor, después, Fomento accedió por dos veces en los últimos seis años a compensar con subidas de peaje las actuaciones de la concesionaria, ya fuera por ampliaciones del vial o por descuentos en determinados tramos.

Para pedir lo que considera suyo, ese incremento de tarifas, Audasa no duda en llegar a los tribunales. Por mucho revuelo en su puerta, en este caso político y social, nada parece inquietar a Andrés Muntaner Pedrosa, hombre fuerte de la compañía que llegó a la dirección general a mediados de los noventa, cuando todavía era pública y su buen amigo Mariano Rajoy, pontevedrés como él, ocupaba en la primera etapa de Aznar el Ministerio de Administraciones Públicas. Desde entonces, ahí sigue Muntaner, uno de los ejecutivos mejor pagados de Galicia, con 170.000 euros de nómina.

Audasa se hace de oro. Y la espera de un incierto traspaso de titularidad, solo queda encomendarnos a esa comisión mixta entre Xunta y Fomento. Al menos, para reconducir la crisis de peajes que se avecina.

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