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Buena herramienta

El PSOE realizó un indudable ejercicio de democracia que no basta para unir el partido


DICEN QUE con una buena herramienta trabaja cualquiera. Por decir, se dicen muchas cosas. En realidad no es cierto. Evidentemente, es importante contar con el instrumento adecuado para cada faena, pero de poco vale si quien lo tiene entre las manos no sabe cómo usarlo. Hay individuos que son muy hábiles en lo suyo, pero también los hay que son desesperadamente torpes. No acaban de encontrar el camino para llegar a buen puerto. De hecho, hay sujetos que tienen todas las condiciones a su alcance para hacer un buen trabajo, pero son incapaces de rematar convenientemente la tarea. Ellos mismos se quedan frustrados y dejan descontentos a quienes habían depositado en sus habilidades ciertas esperanzas. La insatisfacción es mayor cuando uno es incapaz de triunfar con el viento de cara. La dificultad del objetivo añade valor al proceso para alcanzar la meta deseada. No tiene el mismo mérito completar una marca corriendo por una pendiente hacia arriba que hacerlo cuesta abajo. Se dice que cuesta abajo todos los santos ayudan. Por decir, se dicen muchas cosas.

Podemos pensar en los aparatos de los partidos. Los hay grandes y los hay pequeños. En este caso, el tamaño sí que importa. Ahora bien, visto el resultado de las primarias socialistas, ha quedado claro que hay que saber manejarlos para triunfar. Además, no todos se comportan igual ante los mismos estímulos. Eso es obvio. Están formados por muchas piezas pequeñitas, por miles de militantes que le imprimen a cada uno un carácter determinado. El buen funcionamiento de todos los engranajes depende del mayor o menor grado de disciplina de los propios afiliados. También de lo atornillados que estén a la propia maquinaria de la formación política. La capacidad de influencia de la propia estructura es menor cuando los propios componentes de la misma tienen libertad de movimiento. Entre otras cosas porque ya no funciona como tal. En cambio, no queda apenas margen para la improvisación, y mucho menos para las sorpresas, agradables o desagradables, cuando la mayoría de los elementos del conjunto siguen obedientemente el camino que les marcan los que van delante.

Un dirigente del PP, de esos que llevan muchos años en la brega y se ha visto ya en más de una batalla, dentro y fuera de su casa política, me decía esta semana que "las primaras rompen los partidos". En su organización las cosas se hacen de forma diferente. Ramón Carballo será proclamado hoy (por este viernes) presidente de la agrupación local en un congreso con un sólo candidato. No habrá emoción en el cónclave. Conocemos incluso los nombres de las personas que lo acompañarán en la directiva. La única incógnita reside en saber cuál será el porcentaje de apoyo al aspirante. En todo caso, ya sabemos que será muy elevado. Aparte de su propia valía personal y de contar con el aprecio de los militantes, la maquinaria del aparato está en este caso muy bien engrasada. También tiene su mérito. No hablamos de cuatro gatos. Estén o no al corriente de pago, el partido tiene unos 3.400 afiliados en la capital lucense, prácticamente el doble de los votos emitidos en toda la provincia en las primarias socialistas. Hay gente descontenta, distintas sensibilidades, como se dice ahora, pero nadie se ha atrevido de momento a levantar la voz.

En la casa de enfrente, en cambio, sucede todo lo contrario. Ni siquiera la aplastante victoria del candidato Sánchez ha sido suficiente para callar las voces discordantes. Martínez ya dijo que él es de la "vieja guardia", la misma que tomará "las decisiones oportunas" si no le gusta el "nuevo partido" de Pedro. Recordó que él pertenece a una organización "representativa", nada de "podemita ni asamblearia". Arias, desde Castroverde, también recordaba que ganar las primarias está muy bien. Es la repera, pero lo importante son las elecciones, porque son los votantes los que ponen a cada uno "en su sitio". Entretanto, Tomé, que hizo firmar a su preferido en el Libro de Oro de Monforte antes de haber ganado nada, pedía "lealtad" a los partidarios de Susana Díaz. También trataban de achicar agua la alcaldesa de Lugo y el presidente de la Diputación Provincial. Ninguno de ellos se pronunció, al menos en público, a favor de ninguno de los aspirantes. Ahora piden, desde la representatividad que les dan sus respectivos cargos, cerrar filas en torno al nuevo "líder" y construir una alternativa de gobierno al PP. Saben bien que si el capitán no consigue que todos remen en la misma dirección, lo más probable es que la corriente vuelva a arrastrar su barco por tercera vez. Si vuelve a naufragar, ni los militantes ni un batallón de buzos de la Armada podrán rescatarlo del fondo.

Es innegable el ejercicio de transparencia y democracia que ha realizado el Partido Socialista en su proceso interno de primarias. En ese indiscutible mérito se apoyaba la propia alcaldesa de Lugo para recomendar a otras organizaciones políticas que escojan también a sus líderes mediante un sistema semejante. Desde el PP contestan aquello del chiste. Entra tú, que a mí me da la risa.

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