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Las truchas y el culo

ARRANCA HOY una nueva edición del Arde Lucus. Además de las novedades que incorpora el programa en relación con los años anteriores, en esta ocasión destaca sobremanera el apellido con el que se presenta. Inaugura su distinción como Fiesta de Interés Turístico Nacional. Una marca de calidad que, además, ha conseguido en un tiempo récord, cuando ni siquiera ha llegado a la mayoría de edad. La ciudad de Lugo puede presumir de que sus dos principales celebraciones tienen esa consideración, porque también el San Froilán cuenta con ese reclamo. Se espera la llegada en las próximas horas de mucha gente. Decía el presidente de los hosteleros esta semana que hablar de las cifras de ocupación hotelera es poco menos que irrelevante. Fundamentalmente, aclaraba, porque el municipio carece de suficientes plazas de alojamiento para dar cabida a todos los visitantes que llegan en tropel para regresar, aunque sea por un par de días, a la antigua Lucus Augusti. Según el gobierno local, el año pasado se acercaron unas 600.000 personas. También aseguró que el retorno económico rozó los doce millones de euros. Quién sabe si esos cálculos son o no precisos. Lo que realmente puede certificar cualquiera que se pase durante el fin de semana por el casco histórico, siempre que el tiempo ayude, es que hay un montón de seres humanos por las calles empedradas del recinto amurallado. El poder de convocatoria está, por lo tanto, fuera de toda duda.

Lugo arde un año tras otro y la llama de esta fiesta no deja de crecer. Es un éxito de sus creadores. De aquellos que tuvieron la idea y se animaron a ponerla en práctica. Los inicios nunca son fáciles. El éxito tiene mil padres, pero el fracaso siempre es huérfano. También es motivo de reconocimiento para los sucesivos gobiernos municipales que decidieron apostar por ella y, convencidos de que todavía no había tocado techo, se implicaron para hacerla cada vez más grande, llamativa y atractiva para los potenciales visitantes. En todo caso, quienes realmente merecen la mayor de las felicitaciones por insuflar vida al Arde Lucus son las legiones de lucenses que, de un modo u otro, se han implicado en número creciente en el propio desarrollo de esta cita festiva. En su evolución han tenido mucho que ver las asociaciones de recreación histórica. Sin ir más lejos, este año participan un total de cuarenta y cuatro, la mayoría formadas en la propia ciudad. Especialmente meritoria ha sido la trayectoria de la Cohors III Lucensium que cumple diez años de vida. Fueron los primeros en vestirse de romanos, en montar un campamento que llegó a hacerle sombra a la propia casa consistorial, en acuñar su propia moneda y en construir temibles armas pesadas para afrontar con mayores garantías las escaramuzas con sus vecinos castrexos.

No hay grandes atracciones ni una inversión millonaria a cuenta de las arcas locales. El Arde Lucus se vive en la calle y se alimenta de ella. Son los propios vecinos de la ciudad quienes, al caracterizarse de época, de forma individual o en grupo, contribuyen a generar ese ambiente que aprecian los visitantes y los propios nativos. La fiesta y la gente de Lugo se retroalimentan. Sin esa implicación por parte del personal, no habría presupuesto suficiente en el Ayuntamiento, ni siquiera con ayuda de otras administraciones, para levantar el ánimo de la propia celebración.

Núñez Feijóo viajaba esta semana a Lugo para presentar el primer Centro Integral de Saúde que funcionará en Galicia, supuestamente en el primer trimestre del año 2020. Estará ubicado en el edificio del antiguo Materno-Infantil dentro del recinto del viejo Hospital Xeral. Evidentemente, el anuncio ha sido bien acogido, pero con cautela. También con algún reproche. La Federación de Asociaciones de Vecinos de Lugo emitió un comunicado en el que asegura que el gobierno gallego ha rectificado su postura después de que el PP hubiese perdido unos «30.000 votos» en las últimas elecciones municipales. A lo mejor no tantos, pero los suficientes para privar a Jaime Castiñeira, que ayer dejó la corporación local, de ser alcalde de la ciudad.

Pasa lo mismo que con el Arde Lucus. Quién sabe si esos cálculos son o no precisos. En todo caso, al igual que sucede con la fiesta, es muy probable que la movilización social que se produjo en Lugo para reclamar los servicios pendientes en el Hula y la rehabilitación del barrio de A Residencia hayan tenido su impacto en las propias decisiones del gobierno gallego. La gente se implicó y, más allá del uso político que se hizo de unas justas reivindicaciones por parte de la ciudadanía lucense, el eco de cuatro manifestaciones, una de ellas multitudinaria y en plena campaña, tuvo que resonar de algún modo en los despachos de San Marcos.

Siempre quedará la duda sobre la importancia que tuvo la presión social en las decisiones del gobierno gallego. No puede quedar sin embargo resquicio de ella en lo se refiere a la importancia de la implicación social para conseguir cosas importantes para la gente. Para coger truchas, hay que mojarse el culo. Y no sólo cada cuatro años.

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