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Un don excepcional

EN WONDER WOMAN, una heroína descendiente de los dioses permanece aislada de los humanos en un mundo oculto. Transgrede la voluntad de su linaje y se relaciona con ellos en los albores del siglo XX con el objetivo de demostrar lo que es capaz de hacer una mujer sin la ayuda del macho. En un giro final, y después de la pérdida de la pareja masculina, la heroína expresa que el amor es lo que mueve el mundo, y sus motivaciones dejan de tener sentido.

En ‘El círculo’, una empresa muy parecida a Google planea rehacer el contrato social que vincula a ciudadanos y Estado para convertirse en el único regulador de todo proceso participativo y democrático. En los últimos minutos, la protagonista utiliza la herramienta todopoderosa para hacer el bien, nos reconforta a todos con la tecnología, y la aplicación orientada al sometimiento ciudadano se convierte en un software liberador y puro.

Hollywood nos enseña las posibilidades de la industria del cine en el manejo de los sentimientos y en la manipulación de las historias, pero termina dando un salto mortal y anula todo el discurso desestabilizador anterior.

Un don excepcional es otro otro ejemplo de lo mismo. Frank Adler (Chris Evans) vive con su sobrina de siete años en un pueblo de Florida. Hasta ese momento, la niña nunca fue al colegio, y ninguno de los dos tiene interés en una institución tan atrasada, aleccionadora e inútil, pero deben cumplir la ley. La dirección del colegio se sorprende del talento para las matemáticas de la pequeña Adler (Mckenna Grace), y le proponen al tío enviarla a una escuela mejor preparada, donde no se desperdicie el potencial de una futura premio Nobel. Él se niega, y se enfrenta en un tribunal de Justicia a toda una sociedad que ve con suspicacia su rechazo a la competición académica y a una preparación orientada de la niña.

Marc Webb es un hábil tramposo de las emociones. En (500) días juntos dio una vuelta muy interesante a la comedia romántica indie, fracturando la linealidad de una relación y reelaborando todo un discurso sobre la ruptura. Pero en Un don excepcional, su manipulación de la lágrima es obscena. Los clichés de la película —que son casi todos los imaginables para una historia con niña, gato tuerto y padre guapo atormentado— podían haberse perdonado, sin embargo, si el subtexto fuese un poco más ambicioso. No lo es. Y lo que parecía una estimulante puesta en duda de la institución académica no es más que un truco melodramático.

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