Opinión

La penitencia de Gayoso

Los seis meses en prisión del expresidente de Novacaixagalicia purgan el delito, no la culpa

HUBO UN tiempo en que las finanzas se convirtieron en una extraña religión que, a diferencia de las confesiones reveladas, debía proveer cada día la prueba de existencia de su dios: el dinero. Ese credo tuvo en Julio Fernández Gayoso a uno de sus más fieles practicantes. Durante muchos años. Quizá demasiados. Trazar un perfil indultando a la persona y condenando al personaje no parece a estas alturas de recibo con todo lo que ha llovido sobre nuestras cajas de ahorro, más allá de las sentencias judiciales firmes.

Sin embargo, ha calado en parte de la sociedad gallega que es precisamente Fernández Gayoso uno de nuestros escasos financieros, por no decir el único, que ha tenido un muy mal final que, sin ser ni mucho menos inmerecido, sí quizá ha sido desproporcionado. ¿Cuestión de edad, cuando peina 85 años y recibe solo dos de condena, algo que, por lo general, evita el ingreso en prisión? ¿Quizá el hecho más que demostrado de que no se llevó ni un euro de las indemnizaciones multimillonarias que sí recibieron sus secuaces, a pesar de haberlas pergeñado con ellos con todo tipo de nocturnidades? ¿Por qué esa indulgencia con Fernández Gayoso, eterno presidente de Caixanova y, finalmente, de Novacaixagalicia?

Quizá todo se resuma en una cuestión de contrastes con sus contemporáneos, también responsables de las finanzas gallegas durante los últimos treinta años. O, a lo mejor, es un poco todo. Fueron precisamente nada sutiles matices los que derivaron en antítesis entre los jerarcas de las cajas gallegas. Basta un ejemplo para ilustrar las distancias. Para un empresario, llegar a sentarse con Fernández Gayoso, don Julio, como le llamaban por los pasillos de García Barbón, podría resultar complicado y cuestión de saber llamar a las puertas adecuadas. Pero no era tarea imposible, como llegó a suceder con José Luis Méndez, su eterno rival en Caixa Galicia.

Estilos muy distintos, incluso a la hora de formar equipos, marcaron la trayectoria de ambos. Trato más directo y cercano, misma habilidad y también dureza en las distancias cortas eran las señas de identidad del vigués, que externamente reforzaba su impecable look con un moreno que no conocía el paso de las estaciones. Gayoso, que llegó a la fusión con Caixa Galicia como presidente ejecutivo de Caixanova, en contra del criterio del Banco de España, que pedía su jubilación, había alternado sus primeros años en la caja viguesa con los estudios para obtener el título de profesor mercantil en la Escuela de Comercio. En 1998, un año antes de que se completase la fusión de las cajas del sur (Vigo, Ourense y Pontevedra), el banquero cumplía cincuenta años en Caixavigo, de la que era director general nada menos que desde 1965. Cuando accedió a ese puesto, en pleno desarrollismo franquista, pasó a gobernar una entidad con apenas 44 oficinas.

Pero bajo esa epidermis de buen talante y cuidada imagen se escondía un férreo liderazgo, un carácter inclemente en ocasiones. Un episodio que figura en pocas hemerotecas sirve para constatarlo. En 1999, cuando se firma la fusión entre las tres cajas del sur, con Fraga todavía en forma, Gayoso pacta con sus socios de Ourense y Pontevedra una estructura de mando que tendría al propio vigués como director general. El ya fallecido Luis Carrera, procedente entonces de Caixa Ourense, con 48 años y una sólida formación, pasaba a ocupar una única dirección general adjunta. Poco duró el estatus prefijado. Hasta cinco direcciones generales adjuntas impulsaría Fernández Gayoso durante los primeros años de la joven Caixanova para diluir la figura de Carrera, que acabó en un despacho sin ocupación alguna y, finalmente, lejos de la entidad.

Paradójicamente, gran parte de aquellos cachorros que aupó Gayoso a la primera línea ejecutiva de Caixanova en esos años, ocupando las cinco direcciones generales adjuntas, le acompañaron en la singladura de Novacaixagalicia, accediendo también a puestos clave. El viaje se prolongó y hoy siguen en A Lama, a la espera de cumplir condena por las indemnizaciones millonarias e ilegales. José Luis Pego, Gregorio Gorriarán y Óscar Rodríguez Estrada, que hicieron y deshicieron en Novacaixagalicia, fueron los incondicionales del banquero vigués, por momentos mitad jefe, mitad padre, que acabaron arrastrando al líder al banquillo de los acusados. El eterno presidente, lejos de ser un venerable patriarca en las últimas o justo de facultades, se convirtió en 'cooperador necesario' de una trama urdida para delinquir, que acabó en la ruina de la entidad. En contra del criterio del fiscal, Fernández Gayoso salió ayer de la cárcel después de seis meses. ¿Bastó la penitencia?


El enredo político y accionaria de la AP-9
HORAS antes de anunciar en su tierra que el Ave llegará a Santander, dichoso él y sus paisanos, el ministro de Fomento tiró de paracaídas y se dejó caer por Galicia. El aterrizaje fue divertido. Íñigo de la Serna recurrió al guión del asesor de turno y se quedó ahí: eso de traspasar la titularidad de la AP-9, con la que está cayendo en Cataluña, nada de nada. No es el momento, vino a decir. La coyuntura no lo permite. Un puñado de ideas fuerza para el mismo mensaje, el no es no. ¿Y por qué? Pues por la sencilla razón, El enredo político y accionarial de la AP-9 a su modo de ver la vida, de que una actuación así con la AP-9 en Galicia provocaría todo un movimiento sísmico con multitud de réplicas y, de dar pasos similares otras comunidades, acabaría con el "desmantelamiento" de la red viaria estatal. Todo un argumento: España se rompe.

Sin embargo, los líos de la Autopista del Atlántico son múltiples, y nuestra clase política parece no enterarse de la misa la media. Por ejemplo, del conflictivo proceso de venta en el que está inmersa Itínere, que es la propietaria al 100% de Audasa, la concesionaria de la autopista, y también de otras vías de pago en Galicia. Y es que los socios de referencia de la compañía, con el objetivo de vender su paquete mayoritario, han recurrido incluso a un arbitraje, algo bastante excepcional cuando tienen, pero no logran ejercer, la mayoría en el capital.

Nada menos que Abanca, Sacyr y Kutxabank están a la greña con el fondo norteamericano Corsair para poder vender sus paquetes de Itínere a Globalvía, con la que tienen un preacuerdo. La Cámara de Comercio de Madrid tendrá la última palabra, pero habrá que esperar un año. Mínimo.

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