Opinión

"Lo importante es estar juntos"

Cuando el verano y los reencuentros con los amigos de siempre te hacen viajar en el tiempo

A VECES, sin planearlo, las vidas se sincronizan.Como en una conjunción perfecta de varios planetas, el verano te sorprende en un reencuentro de viejos amigos felices por compartir mesa y recuerdos, dispuestos a crear otros nuevos. Sin estar en la playa de tu infancia puedes sentir el calor de la arena bajo los pies y el sol que acaricia la espalda y escuchar el mar que murmura y respirar su aliento salado a cien kilómetros de la costa. Incluso bajo la luz blanca de un comedor a pie de carretera, ante un plato deliciosamiente grasiento las sensaciones se zambullen en un mantel de papel que se va deshaciendo como el día y la charla. O de nuevo en una noche de agosto que se disfraza de octubre, buscando un lugar que aún esté abierto para estirar el instante y resguardarnos del frío a deshora. O, por fin, a la orilla del mar de la memoria, para dejarnos atrapar por las olas, revivir las risas que rompen en el regazo cuando te impulsa la marea.

Reconforta sentirte rodeado por los de siempre, descubrir que seguimos siendo aquellos hermanos mayores incomprendidos y responsables, los mismos niños que un día compartieron juegos y confidencias. Aquellos que caminaban hacia el futuro con paso firme y los ojos muy despiertos, con la inocencia intacta y unas ansias terribles por encontrar tesoros entre las rocas, o por alcanzar el horizonte que se vislumbraba desde la orilla. Esos niños que un día quisimos comernos el mundo, hasta que por momentos este se nos quiso comer a nosotros.

Y alienta comprobar que esos rostros familiares que al terminar el verano se disipaban como la niebla, diluyéndose en otras vidas, siguen ahí, aunque con más rayitas que entonces por haber reído tanto, por haber sentido tanto. Sabemos que compartimos preocupaciones. Otras, sí, pero que seguimos siendo los mismos, un poco baqueteados por la vida y más madres y padres que nunca, pero que las sonrisas son tan grandes como cuando nos conocimos, y los besos suenan igual, y una conversación aún calma tormentas y simplemente eres consciente de que si la felicidad existe ese es uno de esos pequeños momentos que la hacen palpitar, que conviene grabar en la retina.

Y lo descubres al tiempo que vas hilando en voz alta anécdotas adolescentes con futuros viajes y celebraciones. Que si, como escribió Baudelaire y muchos otros después, la patria es la infancia, los reencuentros con los amigos de la niñez tienen que ser ese lugar en el mundo en el que el tiempo parece haberse detenido y al que siempre nos gusta volver.

Sé que cuando de nuevo arrecie el otoño y la rutina se haya instalado en casa; cuando septiembre se haya llevado por delante el color veraniego y esa sensación de paz que te invade cuando entierras el reloj en la arena; cuando unos busquen respuestas bajo montañas de papeles y otros entren en el aula por quinta vez en la semana, cuando nos volvamos a enfrentar a la oposición de nuestro día a día o a desesperarnos por reubicarnos en esta postcrisis... Viajaremos atrás en el tiempo para sacar fuerzas del verano y sonreiremos íntimamente recordando la frase del verano, y aquello de que, al final, con la nevera llena o vacía, a la luz de las estrellas o en una parada del Camino, ante un plato de arroz caldoso, bajo el mar o en la arena, entre vinos y tapas, parques y atardeceres, triunfos y derrotas, lo importante, lo único importante, es estar juntos.

Comentarios