Opinión

Oh, sorpresa: El Barça es un club catalanista

NO SON pocos los reproches que cualquier aficionado del Barça podría arrojar a la cara de su querido club en este mismo momento, especialmente quienes acumulan una cierta edad y no nacieron con una o varias copas de Europa bajo el brazo. Para bien o para mal, este ha sido un credo históricamente perdedor, de los que enviaban a sus aficionados a la cama sin cenar tras incontables derrotas, algunas tan dolorosas que llegaron a desembocar en complicados cuadros de anemia. También se podría criticar esa costumbre perversa, casi institucionalizada, de pisotear la figura de los grandes ídolos deportivos y divinizar a un puñado de gestores que, por lo general, terminan dejando tras de sí más pena que gloria. Fea fue la connivencia del club con sus hinchas más violentos durante diferentes épocas, terrible la deriva cainita de los últimos tiempos, despreciable ese discurso victimista que tan a menudo nos ha convertido en el hazmerreír del mundo del fútbol. Lo que nadie puede reprochar al Fútbol Club Barcelona es su catalanismo, un principio casi fundacional sobre el que se ha construido su historia, su leyenda y también su universalidad.

Quienes hoy se revuelven nerviosos con el apoyo del club al denominado derecho a decidir deberían abandonar por unas horas sus propias creencias y empaparse con un poco de historia: el Barça es lo que siempre ha sido, lo que sus socios han querido que sea, y no lo que una parte de sus aficionados aspiran a ser por incómodo o doloroso que les resulte. Uno se hace hincha del club azulgrana libremente, nadie lo obliga ni lo empuja a defender sus colores salvo algunos casos de padres e hijos idiotizados. Que la elección se demuestre hoy equivocada no es culpa del Barça sino de quien eligió militar en este bando sin saber, exactamente, dónde se metía. La transversalidad del club consiste en acoger bajo su bandera a todo aquel que lo desee, no en mudar su naturaleza a gusto del consumidor.

El Barça es lo que siempre ha sido, lo que sus socios han querido que sea

Mentiría si dijese que me sorprende esta ola de deserciones altisonantes, de decepciones provocadas porque, según alegan dichos aficionados, el club de sus amores ya no los representa, les duele, sienten que unos cuantos desalmados lo han desprovisto de su verdadera alma y los empujan a abandonar. El argumento no deja de tener su sustancia en una sociedad globalizada en la que una niña gallega se hace hincha del Manchester United, un filipino se pasea por Manila con la camiseta de su querida Juventus o un joven de Liverpool empapela su habitación con los colores de los Boston Celtics. Sin embargo, que el Barça defienda su esencia catalanista y se posicione a favor de un referéndum de autodeterminación parece suponer una barrera insalvable para que el culé de Murcia, o el de Albacete, sigan viviendo su barcelonismo sin complejos.

Entiendo que quienes hoy se declaran desencantados, algunos tan ilustres políticos como Guillermo Fernández Vara, Juan Carlos Rodríguez Ibarra o la mismísima Inés Arrimadas, no se percataron en su día de la senyera que luce en el escudo. Tampoco se enteraron, un poco por falta de lecturas y otro poco por falta de interés, que el presidente Gaspart Rosés y su junta adoptaron el catalán como idioma oficial del club en 1916, pese a la oposición y las amenazas de algunos ilustres militares de la épocas como Peris de Vargas. Seguro, de otra manera no entendería su asombro actual, se les escapó el dato de que, ya en 1920, uno de los equipos inferiores del Barça se llamaba Separatistes, por no hablar de aquella felicitación navideña enviada por el club a sus socios en 1921 y que decía así: "A los jugadores viejos y a los jugadores nuevos; a los socios de Barcelona y a los amantes de nuestro club; a los que luchan deportivamente por la libertad de Catalunya; a los compañeros de Iberia y restantes naciones del continente; a los hijos de Inglaterra y de la nueva Irlanda; a los hombres fuertes y valientes de todo el mundo, el Consejo Directivo del Fútbol Club Barcelona les desea salud y buenas fiestas".

Así podría relatarles un centenar de ejemplos más que demuestran la ignorancia insuperable de quienes dicen sentirse engañados, muchas de ellas recogidas en un libro magnífico titulado Barça inédito (Editorial Córner), escrito por el periodista Frederic Porta y el historiador Manuel Tomás. Apostatar del barcelonismo en base a una supuesta deriva nacionalista es una opción respetable, incluso inteligente cuando uno se dedica a la política y pesca en caladeros nacionales, pero lo cierto es que semejante teoría no se ajusta para nada a la realidad y para eso están los libros, la historia, la memoria de un club que jamás ha olvidado sus principios. Si usted también es uno de esos culés dispuestos a dar el paso y abandonar la nave, le recomiendo que se acompañe de semejantes razones y utilice un subterfugio mucho más apropiado: "en algún momento equivoqué mi camino" o, todavía mejor, "es que nadie me aviso".

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