Opinión

El momento

►Cientos sabían del acoso sistemático y abrumador deWeinstein, pero la noticia no llega hasta ahora

HACE IGNATIEFF en Fuego y cenizas una revelación de esas que te deja con la sonrisita colgando, la ceja levantada, los brazos cruzados y cabeceante, estupefacta por la obviedad. Dice que la política consiste básicamente en "ser un maestro del oportunismo". Qué me dices, Ignatieff. Los torpes son los incapaces de ocultar que están aprovechando una oportunidad; los hábiles persuaden al público de que la han creado ellos. En fin, que la principal habilidad de un político es saber reconocer cuándo ha llegado el momento para una idea, el instante en el que cuajará y encontrará eco.

Pienso en el momento estos días, pero no por el procés (no solo por el procés) sino por las mujeres de Hollywood.

Se ha contado mil veces, la mayoría de ellas con la habitual condescendencia con la que se trata a los genios, la obsesión de Hitchcock con Tippi Hedren, protagonista de Los pájaros y Marnie la ladrona. Se sabe, por ejemplo, que le regaló a su hija, Melanie Griffith, por su quinto cumpleaños una muñeca idéntica a Hedren dentro de un ataud, que la escena en la que los pájaros atacan a la actriz que debía ser rodada en una tarde y con pájaros mecánicos se prolongó cinco días con pájaros reales hasta que uno la hirió en un ojo y tuvo que descansar por prescripción médica, que la obligaba a vestirse y peinarse como él había decidido también fuera de escena, que le blindó el contrato para que nadie más pudiera contar con ella en el momento álgido de su carrera.

El año pasado, Hedren confirmó y amplió detalles que ya habían aparecido en algunas biografías y películas sobre Hitchcock. Se le abalanzó encima y la intentó besar, se hizo construir una puerta que comunicaba su despacho directamente con su camerino, pidió al resto de personas en el rodaje que no le hablaran, en Marnie dejó de utilizar su nombre y la llamaba exclusivamente la chica. Desde la primera vez que la actriz habló de eso, trabajadores del cine, biógrafos y conocidos del director la acusaron de exagerar. Que Hitchcock era un raro, obseso del trabajo, pagado de si mismo y amante de sentencias lapidarias, confusas y alarmantes, en las que a menudo no creía, pero no el acosador que Hedren pintaba.

Un grupo de actrices ha hablado esta semana de los abusos sexuales cometidos por Harvey Weinstein, el productor todopoderoso que si movía una película entre los académicos, ganaba el Oscar. En el cine, todo es ilusión. Desde luego, los premios lo son.

Lo que cuentan estas mujeres te deja con la marca de las uñas en las palmas de tanto apretar los puños durante la lectura. Se trata de un abuso continuado y multitudinario, tremendo, del que cientos sabían: víctimas, personal, socios, periodistas... una noticia que en este año de Trump agarrando a las mujeres por donde le da la gana y Bill Cosby drogándolas y violándolas ha encontrado su momento.

Y aún así, lo de siempre. Las preguntas de por qué no antes, de si no hay algo de connivencia en callar para que no se te chafe la carrera, si no es eso una forma de consentir. Pues por eso mismo el momento llega tarde y a veces ni llega, porque parece que a la hora de denunciar públicamente un abuso no hay salida buena para la que lo ha sufrido. Hedren ha dicho que Hitchcock no fue "el primero" y que el acoso sexual sucede "en todas partes". También lo mucho que se alegra de que, pasados 50 años, al fin las mujeres se respalden unas a otras en estas denuncias públicas.

Pese a las insolidarias dudas de algunos, parece que sí ha llegado el momento.

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