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Vivir en una columna

A VECES estás en mitad de una reunión, o hablando en bar con un conocido, o simplemente en la calle, solo, y ves algo, y de pronto te dices hostia, esto ya lo escribió Carlos Casares en una columna. Tienes la sensación de vivir dentro de ella. Me ocurrió esta semana. Cerca de mi casa están levantando una calle por la que paso a diario. Las obras, con sus correspondientes molestias, van a durar seis meses, y me evocaron una columna de Casares en la que contaba cómo en su día el Concello de Ourense optó por convertir en peatonal la antigua Calle del Paseo. La decisión fue celebrada y a la vez acogida con gran indignación por los ciudadanos. El columnista se recreaba en la reacción de uno de los comerciantes afectados, de la rama del calzado, que además era concejal, y que convocó a la prensa para hacerla testigo de un simbólico gesto: la destrucción de la primera piedra. Solo unos días antes se había celebrado su colocación. Cuando estuvieron todos, el comerciante cogió un pico y dio un par de golpes sobre las losas recién colocadas, para mostrar su disgusto, pues entendía que aquellas obras de peatonalización, además de molestas, acarrearían su ruina.

Carlos Casares escribía de un modo sencillo, limpio. Un estilo fácil que es el más difícil de lograr


El columnismo de Casares tenía mucho de peatonal. Nacía de observar las cosas que sucedían a su alrededor, a menudo cuando salía por la puerta de casa. Donde los demás no vemos nada, porque la realidad está demasiado cerca, o vamos pensando en otra cosa, él descubría una columna. Estaba mirando siempre, fabricando el artículo que luego dictaría al periódico. Su columna funcionaba como una autobiografía que se escribe sin querer. En lo cotidiano hacía brotar lo fantástico, como en aquella pieza en la que hablando de sus primeros días como profesor visitante en una universidad de Nueva York, empezó a describir el apartamento en el que lo habían instalado. En un momento dado fue a la cocina, abrió el frigorífico y encontró una lata de conservas de color azul con una leyenda estampada en encarnado que decía: "Fabricación especial para Don José Manuel Barros González, alcalde do Porriño, Pontevedra, Galicia".

Casares escribía sin exceso ni pompa. Existía una identificación casi total entre su personalidad y su estilo como escritor. Su columna representaba la búsqueda de un estilo sencillo, limpio, uno de esos estilo que quien lo leía pensaba: coño, esto no es nada, esto lo hago yo, de tan fácil que es. Pero cuando se ponía, descubría que el estilo fácil es el más difícil de escribir. Tenía una visión puramente narrativa de la vida. Cuando tenía que dar una opinión, se ponía a contar. "Me  gusta más contar el mundo que pensar en él", aseguraba.

No se puede hablar de la mejor historia de Casares; tenía demasiadas. Para mí, sin embargo, posee un encanto inigualable el relato de aquel viaje a Madrid en coche, cuando se detiene y recoge a un autoestopista. Es un hombre afable y hablan cordialmente, hasta que un guardia de tráfico les da el alto. Han sobrepasado el límite de velocidad y les multa. Casares trata de evitarlo, recurriendo a todos sus recursos, pero el guardia se muestra insensible. Reanudan el viaje, pero la conversación ya ha perdido encanto. Cuando llegan a Madrid, Casares detiene su coche y sale a despedir a su acompañante. Este le agradece su generosidad y le entrega una tarjeta en la que, junto a su nombre, y en el lugar destinado a la profesión, aparece la palabra carterista. Casares se pone nervioso y no puede evitar llevarse la mano a su costado para comprobar si su cartera continúa en el bolsillo. Sí, continúa, pero el gesto no pasa desapercibido a su compañero. Él se da cuenta y trata de disculparse, pero este le dice que no tiene importancia. Es un carterista, como dice la tarjeta, pero jamás habría empleado sus habilidades con alguien como él. Es más, para demostrar que es cierto lo que le dice, quiere hacerle un regalo. Entonces se mete la mano en el bolso y le entrega a Casares, para su sorpresa, la libreta en que el guardia había anotado sus datos para multarlo.

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