Blog | Que parezca un accidente

Las cosas feas

HAY ALGO estremecedor en la belleza. En la auténtica belleza. En la belleza pura. Incondicional. Simétrica. En la belleza sin discusión. Hay algo sobrecogedor en esa clase imposible de belleza. Resulta fría y plástica y escalofriante. Como media docena de maniquíes en una habitación oscura y vacía. Tiene algo que ver con lo irreal.

La fealdad es mucho más soportable. Mucho más agradable. Más cercana a la realidad. Participa de nuestra misma naturaleza imperfecta. Hay algo bonito y familiar en la fealdad. Desencadena un grato sentimiento de pertenencia. Se encuentra en casi todas las cosas. Es cierta y palpable. La fealdad es, en cierto sentido, una forma de verdad.

A mí me gustan las cosas feas mucho más que las cosas perfectas. Y no me refiero únicamente a lo desproporcionado. La fealdad no sólo está en lo deforme, lo torcido o lo asimétrico. Es feo todo aquello que está mal hecho. Que chirría. Que no encaja. Si lo bello es lo que está bien, lo feo es lo que está mal. Y a veces no hay nada más interesante ni apetecible que eso.


A Sorrentino, de hecho, le sirvió para rodar su mejor película. Hasta ganó un Oscar


Me gusta lo feo en la música. La forma en la que un redoble de batería cabalga ligeramente sobre el siguiente compás. El bend de guitarra que se excede sin querer en un cuarto de tono. Ese momento en el que el vocalista no llega a una nota y su voz se descose centímetro a centímetro a lo largo de un agudo humanizándolo, desproveyéndolo de exhibicionismo, distanciándolo de la aburrida superioridad técnica para cuya demostración, por lo general, fue ideado.

Hay un momento al final del primer álbum de The Beatles, Please Please Me, en el que se puede apreciar cómo Lennon comienza a quedarse sin fuelle. El grupo se vio en la obligación de grabar todo el disco en un solo día, del tirón -lo hicieron en nueve horas y cuarenta y cinco minutos-, y al llegar a la última canción, Twist & Shout, George Martin sólo pudo hacer una toma. "Traté de hacer una segunda grabación, pero John se había quedado sin voz", declararía tiempo después. El resultado es una pista de audio en la que Lennon permanece en todo momento al borde del precipicio, con una nota a punto de estallar en mil pedazos dentro de su garganta. Siempre me ha parecido una toma magnífica. De haber cantado esa canción a primera hora de la mañana, con la voz todavía fresca, no tendría la misma magia.

Me gusta lo feo en la pintura. El trazo equivocado. Me gusta el error en el lienzo. Como me gusta también el error en la literatura. La literatura perfecta, inmaculada, tiene más de redacción que de literatura. Me gusta el adjetivo impreciso, que a veces, por obra y capricho del azar, nos sorprende adjetivando más y mejor. Me gustan los pequeños deslices de sintaxis que se repiten periódicamente en las páginas de una novela, como una cojera leve e inevitable de su autor. Me gusta la frase heterodoxa y rebelde, que se atropella en el texto y te interrumpe y te obliga a detenerte y a tomarte con más calma el camino.

En el I Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en México en 1997, Gabriel García Márquez dijo: "Simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros (...). Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y la jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer "la grima" donde diga "lágrima" ni confundirá "revólver" con "revolver"". Me parece una idea tan fea, tan espantosa y amorfa, que constituye una rareza bellísima.

Incluso el cine es mejor cuando es feo. Cuando está mal hecho. En el año 2010, los usuarios de la conocida revista Empire eligieron a ‘Batman y Robin’ como la peor película de la historia. Su director, Joel Schumacher, siempre ha pedido disculpas por la cinta. Chris O’Donell comentó en cierta ocasión: "Cuando filmamos ‘Batman Forever’ sentí que hacíamos una película. Cuando rodábamos ésta sentía que hacíamos un comercial de juguetes". Michael E. Uslan, el productor, siempre ha opinado lo mismo. En 2008, durante una entrevista, Jay Leno le preguntó a George Clooney -Val Kilmer se había negado a interpretar el papel protagonista- si conocía a Schwarzenegger. El actor contestó: "Lo conozco, destruimos juntos la franquicia de Batman". En mi opinión, los batpezones del traje, la bat-tarjeta de crédito ("¡Nunca salgas de la batcueva sin ella!"), la bola de discoteca del batmóvil o los batpatines de hockey son sencillamente insuperables.

Hay un momento en La Gran Belleza en el que la Santa le pregunta a Jep Gambardella por qué no ha vuelto a escribir otro libro. El escritor le responde: "Buscaba la gran belleza. Pero no la he encontrado". Tal vez le habría bastado con escribir sobre todo lo contrario. Resulta mucho más natural y cautivador. A Sorrentino, de hecho, le sirvió para rodar su mejor película. Hasta ganó un Oscar.

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