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Víctimas y víctimas

MORIR VÍCTIMA de un asesinato terrorista no tiene mérito alguno. Eso es lo que iguala a todas las víctimas. Que no han hecho nada que merezca un asesinato. Pero tras un atentado, la muerte pasa al primer plano y todo lo que esa persona haya hecho en vida será menos recordado que las circunstancias de su asesinato. Lo único que iguala a Ernest Lluch, a Gregorio Ordóñez y a Miguel Ángel Blanco, por citar a tres, es que fueron elegidos por los asesinos. Por lo demás, sus trayectorias eran bien diferentes. Pero todos ellos merecen igual homenaje, como lo merecen cada uno de los asesinados. Luego están los símbolos, que muchas veces los elige el pueblo y no siempre siguiendo el mismo criterio. El símbolo de las víctimas de Eta es Miguel Ángel Blanco. El pueblo coincidió, acertadamente por lo que se ve, en que su símbolo sería él. Las circunstancias de su asesinato hicieron ver a todos, empezando por los vascos, que Eta ya no podía ir más allá. El secuestro de un chaval que nunca se había metido con nadie, el pulso a toda la sociedad, aquella cuenta atrás que sacó a todo el mundo a la calle supusieron un antes y un después. Por eso es el símbolo que representa a todos los asesinados por Eta, y como no se pueden hacer más de 800 homenajes al año, se elige un día significativo, en este caso el del asesinato de Miguel Ángel, para rendir homenaje a todas las víctimas.

Luego hay algo que sí diferencia a unas víctimas de otras: la utilización que se haga de ese símbolo. Resulta que una vez que el pueblo elige un símbolo, siempre hay alguien que administra su memoria: una fundación, un partido, la familia o los tres a un tiempo, como en el caso de Miguel Ángel Blanco. Y lo que han demostrado quienes administran ese símbolo es una absoluta falta de respeto al propio Miguel Ángel y a todo lo que simboliza.


En calidad de víctima de un asesinato por sus ideas políticas, Bóveda es igual que Blanco. Dos personas asesinadas


En Galiza tenemos otro símbolo: Alexandre Bóveda. Todos los años, el 17 de agosto, se celebran diferentes actos en su memoria y en la de todos los gallegos asesinados o torturados por Franco. Jamás, en 40 años de democracia, se ha visto a la familia o a los dirigentes de la Fundación Alexandre Bóveda diciéndole a nadie quién puede o no puede organizar homenajes, quién tiene o no tiene que acudir a ellos, en qué lugares deben celebrarse, qué tipo de carteles han de exhibirse ni dónde han de colocarse, ni si tienen que ser más grandes o menos. En calidad de víctima de un asesinato por sus ideas políticas, Bóveda es igual que Blanco. Dos personas asesinadas. Como símbolos que representan a muchas otras víctimas, ambos merecen igual respeto y los mismos homenajes. En cuanto a la gestión de su memoria, el tratamiento que se le ha dado a la de Miguel Ángel Blanco ha sido indigno. Reproches públicos de la hermana y de otros dirigentes del Partido Popular a miembros de otros partidos o colectivos; abucheos a algunos asistentes u organizadores de homenajes, tuits rabiosos de cargos públicos.

De Miguel Ángel Blanco podemos suponer que era una buena persona. Poco sabemos de él, salvo que era como cualquier otro chico de su edad. En cuanto a su trayectoria política, se describe en una línea. Pero siempre tuvimos la idea de que fue una buena persona y no hay nada que nos permita dudar de ello. Me pregunto qué pensaría. Si estaría orgulloso de que su nombre fuese trasteado por su propia familia y por los miembros de su partido; utilizado como arma arrojadiza o como cinta métrica para medir a todos los demócratas de España.

Volviendo a Bóveda como símbolo de los asesinados por Franco, a lo largo de los últimos años he visto a dos concejales del PP, uno de Poio y otro de Pontevedra, asistiendo regularmente a sus homenajes. Dos, que además lo hacen a título particular. Hasta hoy solamente un alcalde del Partido Popular, uno, el de Cotobade, ha llevado a pleno una moción pidiendo el reconocimiento institucional de todas las víctimas a las que representa Bóveda. Los cargos del Partido Popular que han tenido algún reconocimiento a Alexandre Bóveda se cuentan con tres dedos de una mano. Ahí es cuando las víctimas dejar de ser iguales. El mismo partido que pasa lista en los homenajes a Miguel Ángel Blanco ignora y desprecia a otros símbolos simplemente porque no tienen para ellos el mismo valor sus muertos que los muertos de los demás.

Ahí llega el momento en el que se produce un fenómeno pernicioso y un símbolo deja de representar a todos para convertirse en una marca, en un logo de partido o en un asunto de moda. Resulta curioso que la Xunta haya decidido entregar a Miguel Ángel Blanco la medalla de oro de Galicia. No es que no la merezca: es que a Bóveda nunca se la han dado a pesar de haber sido uno de los principales impulsores de la autonomía gallega, que tuvo que esperar a que pasaran los 40 años de franquismo para ponerse en marcha y que hoy preside Feijóo. Finalmente, hay víctimas y víctimas.

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