Un aire nuevo y personal

Profesora de pintura y cerámica en la comarca chairega, la guitiricense Pilar Iglesias ha descubierto un nuevo filón en su pasión por el arte: los abanicos personalizados
Pilar Iglesias, en su stand del Festival de Pardiñas, con sus abanicos
photo_camera Pilar Iglesias, en su stand del Festival de Pardiñas, con sus abanicos

Pilar Iglesias es una guitiricense con una larga trayectoria en el mundo artístico. Profesora de pintura y cerámica, se declara «enamorada» de su profesión. Tanto que no hay día en el que no haya ideas nuevas rondando por su cabeza. La última, y una de las más exitosas, es el pintado a mano de abanicos.

Todo comenzó cuando, con 21 años, se trasladó con su marido a Viveiro. Él, a sabiendas de que el gusto por el dibujo de su esposa venía desde niña, le comentó que había visto un anuncio de clases de pintura. «Lo hice de cabeza», cuenta Iglesias, que contó con Olivia Mejuto como profesora, y de la que dice que le enseñó «gran parte de lo que sé».

Un año después, el matrimonio se volvió a trasladar, esta vez a Guitiriz. Allí siguió acudiendo a clases particulares, hasta que decidió estudiar en el Centro de Artesanía de Lugo. Sus amigas sabían de su afición y comenzaron a pedirle que les enseñara lo que sabía. «Ahí fue cuando me di cuenta de lo que me gusta la docencia», admite Iglesias.

Hoy en día la demanda en clases de pintura ha rotado de los niños a los mayores, y estos últimos son ya un 90% de su alumnado

Después, vino todo rodado. La voz se corrió y empezó a dar clases de pintura en colegios y distintos centros. Hace casi diez años, comenzó a impartir las de cerámica. «Había mucha demanda de clases para niños», dice, «pero las tornas han cambiado y ahora doy clase en su mayoría a personas mayores». Hoy, sus cursos se reparten por Rábade, Begonte, Baamonde, Guitiriz y Aranga, y se muestra «encantada». «Mi objetivo principal es que mis alumnos disfruten», explica.

Gracias a una buena amiga, descubrió los abanicos personalizados, y son su trabajo más solicitado. «Pinto motivos florales y hasta escenas urbanas», dice. El último encargo fue un abanico de encaje para una novia y otro a juego con el vestido de la madre de esta.

«Quién iba a decirme que los abanicos iban a ser una revelación», dice. Sin embargo, no se quiere «estancar», y expresa sus ganas de «seguir aprendiendo», de conseguir «que la cerámica tenga tanto éxito como la pintura», y de vivir de su pasión mientras le sea posible.

Mientras tanto, cuando el parón estival le da tregua, recorre ferias con sus trabajos y sigue dedicada al arte en cuerpo y alma.

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