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Mondoñedo concede la Medalla de Oro al Seminario por su labor educativa

La alcaldesa, Elena Candia, abogó porque la institución siga siendo "xerme de cultura e formación" y desde la diócesis no se descarta que pueda ser sede de cursos de verano. Unos 250 exalumnos y profesores se sumaron al homenaje
Entrega de la medalla de Oro por parte de la alcaldesa Elena Candia
photo_camera Entrega de la medalla de Oro por parte de la alcaldesa Elena Candia

Unas 250 personas, entre profesores y alumnos, muchos de ellos acompañados por sus esposas, se reencontraron el sábado en Mondoñedo, llenando de nuevo de risas, bullicio y confidencias el Seminario de Santa Catalina, al que volvieron para participar en el homenaje a la institución, la primera que recibe la Medalla de Oro del Ayuntamiento mindoniense, en reconocimiento a la labor educativa desarrollada durante siglos y que va unida a su historia.

La alcaldesa, Elena Candia, fue la encargada de entregar la medalla al rector, José Bello Lagüela, recordando que con la concesión, fruto del acuerdo unánime de la corporación, "distinguimos a un centro que prestou un invalorable servizo e unha incalculable contribución á historia de Mondoñedo e á sociedade en xeral".

Aseveró que el Seminario forma parte del ADN de Mondoñedo y que han ido "historicamente da man". Una unión que apuesta por mantener en un futuro, por lo que brindó la colaboración del Ayuntamiento "humilde, pero benintencionada e agarimosa" para lograr que el centro "volva a ser xerme de cultura e de formación". En este sentido, abogó, porque fuera sede o extensión de una Universidad.

Un testigo que recoge la diócesis que, de momento, no se plantea otra opción que no sea acoger cursos de verano, según reconoció el administrador de Mondoñedo-Ferrol, Antonio Rodríguez Basanta.

El rector del centro insistió en que son varios los encuentros que se organizan durante el año, como el que se desarrolla estos días de estudiantes de Bachillerato de Ribadeo y Asturias. "Se dan además convivencias de gente de otras partes, de estudiantes que preparan exámenes y hay que recordar que es un buen sitio para hacer un retiro espiritual", señaló para insistir que el centro "tiene vida".

Le duele en su orgullo, reconoció, que le digan que es un sector sin seminaristas, pero insistió en que hay siete jóvenes de la zona en el Seminario lucense, que recogió a los alumnos que le corresponderían al Santa Catalina y se mostró entusiasmado porque hay un alumno en el Seminario Mayor, pues "es un ejemplo cercano, en el que pueden mirarse los demás".

El homenaje incluyó el descubrimiento de una placa y la presentación de un libro sobre la historia del Seminario contada por varios exalumnos. Uno de los autores y miembro además de la comisión organizadora, Ramón Villares, explicó que la obra es una exposición y un análisis "relativamente racional" de lo que fue el Seminario "sen críticas nin axustes de contas e moi plural", donde se mezclan "testemuñas, información e análises" que reflejan la pluralidad que había no Seminario, cuya estancia "fíxonos mellores persoas e máis abertas".

RECUERDOS. Fueron muchos los recuerdos que el sábado se despertaron entre los asistentes. "Houbo xente da miña promoción que non recoñecín, nin eles a min, porque eu era delgado e agora...", aseveraba Félix Villares, uno de los pocos alumnos que continuó su formación eclesiástica y que fue docente del centro "onde tivo xa a fillos dos meus alumnos".

Niños que ingresaban con once años y que estudiaban ocho, tanto en el centro como posteriormente en el instituto, como en el caso de Antonio Gavín, matriculado del 71 al 79, que compartió con sus compañeros recuerdos de un tiempo "no que non aburrías", pues "ademais das clases había lecer, estudio e deporte" y define su paso por el centro como "unha experiencia en todos os sentidos".

Otros recuerdos lo eran también de momentos puntuales, como el de José Antonio Pernas, alumno del 1959 al 67, que no borra de su memoria el día que mataron al presidente Kennedy, "porque nos levantaron a las cuatro de la mañana para una misa".

Su primer día en el centro está aún reciente para José Luis Pía y eso que hace 52 años, pero cuando echa la vista atrás ve a un niño pequeño "con una maleta desproporcionada para mis fuerzas" y la mano amiga de un chico mayor "que cargó conmigo y con la maleta" y al que el sábado buscaba para agradecerle el gesto. Volver a pisar el Seminario le produjo nostalgia del pasado, lamentando que el centro apenas tenga uso en la actualidad. "Yo estaría encantando de que mis nietos, claro adaptándose a los tiempos de ahora, pudieran estudiar en un sitio como éste", aseveró con un deje de tristeza por el estado de un edificio sin bullicio ya de alumnos.

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