Versatilidad frente a un esquema consolidado. Diferentes variables ante un sistema con varios años sobre el césped y que ha ofrecido un rendimiento indudable. El Lugo opondrá ante el Girona su facilidad para ser camaleónico y cambiante ante un boceto que Pablo Machín, técnico del club catalán, ha empleado casi desde su llegada en 2014.
El entrenador del cuadro lucense, Luis César Sampedro, se ha caracterizado por explotar una plantilla polivalente, en la que la existencia de futbolistas con diferentes posibilidades le permite optar por distintas formas para llegar al gol. Con Sampedro el Lugo puede jugar con extremos abiertos como Iriome y Fede Vico, un mediapunta –Campillo– y dos mediocentros. Pero también puede optar por volantes que jueguen por dentro –Damiá y Vico o Yelko– y abrir el campo con los laterales. Se ha visto que el 4-2-3-1 inicial se puede transformar en un 4-3-3 con Pita y Sergio Gil junto a Seoane y Joselu, Campillo, Fede Vico o Iriome en punta. Incluso el dibujo puede ser un 4-1-4-1 si los volantes adelantan su posición para hacer una línea con los extremos arriba.
"Al final, cada uno, sabiendo de sus cualidades, puede jugar en cualquier posición. Jugar en varios puestos es bueno tanto para el jugador como para el equipo. Al final cada uno sabe lo que tiene y puede sacar lo bueno de donde sea", dice Campillo.
"Tienen un entrenador desde hace muchos años. Saben y juegan casi de memoria"
Enfrente, el Lugo tendrá a un Griona más férreo en su 3-5-2. El esquema importado por Machín le ha dado un gran rendimiento a un Girona que ha formado entre los mejores de Segunda División las últimas temporadas. "Tienen un entrenador desde hace muchos años. Saben y juegan casi de memoria. Son gente muy fuerte que van uno contra uno a todo el campo. Nosotros tenemos que hacer nuestro juego, porque sabemos que si estamos bien no creo que haya equipos por encima", valora Campillo.
Con tres centrales sobre el césped, la clave del juego gerundense está en los carrileros abiertos, que repliegan rápido tras pérdida para formar una defensa de cinco, pero se incorporan a la medular en fase ofensiva para poblar el centro del campo y dificultar que el rival imponga su presión para robar.
El centro del campo, donde forman con tres jugadores, junto con la ayuda de los laterales, le permite no ceder ante el rival y desplegarse con velocidad con la pelota. Arriba, los dos delanteros, Sandaza y Longo, combinan trabajo y acierto para finalizar.
