Un rosario de operaciones

lsabel Caballero ha pasado 15 veces por quirófano y aguarda con auténtica angustia por la décimosexta. Necesita una intervención para que le coloquen por tercera vez una prótesis en la rodilla derecha
Isabel Carballedo, en silla de ruedas en el parque Rosalía de Castro
photo_camera Isabel Carballedo, en silla de ruedas en el parque Rosalía de Castro

Con pausas entre cada una, temerosa de que se le escape alguna, Isabel Caballero recita todas las operaciones que ha recibido a lo largo de sus 66 años de vida: dos diferentes por un problema de válvulas del corazón, vesícula, histerectomía, menisco, otras cinco para extirpar quistes en el pecho, tres o cuatro legrados (no está segura) y dos de prótesis de rodilla. De ese rosario eterno, las más recientes son las que, literalmente, le quitan el sueño.

Isabel trabajaba como esteticista en una clínica dermatológica y pasaba casi todo el día de pie. Hacía una vida completamente normal, hasta que empezó a sentir dolores recurrentes en la rodilla derecha. El traumatólogo le dijo que tenía un desgaste importante y le convenía que le colocaran una prótesis. Fue derivada a un centro concertado. No recuerda cuántos años han transcurrido de esa operación, pero sí con exactitud la dolorosa infección posterior. "Me pusieron 30 litros de suero para limpiar la herida y no cerraba. Tenía trazas de que iba a perder la pierna. Mi marido pidió la documentación y me llevó a la residencia. Me aislaron en infecciosos. Pasé más de un mes ingresada. Estaba tan débil que no podía hacer nada sola, ni ir al baño", cuenta.


Isabel cuenta que lleva tiempo tomando pastillas de morfina, el dolor es ya extremo, asegura


Cuando le dieron el alta, cuenta que enseguida sitió dolor. "Ya no podía andar. Iba a rehabilitación pero no me sirvió de nada", dice y añade que, en 2015, traumatólogos del Hula le dijeron que era preciso que se cambiara la prótesis porque se movía, no estaba bien colocada. Fue intervenida en septiembre de 2015 y reconoce que estaba "muy contenta" tras la operación. "Me dijeron que intentara caminar enseguida. Recuerdo que, con el andador, iba y volvía hasta el fondo del pasillo del hospital, que es muy largo", cuenta.

Durante una temporada, creyó que esa operación sería la definitiva, pero el dolor volvió y, a medida que transcurrieron los meses, empeoró mucho. "Ahora no puedo estar de pie. Camino un poco con una muleta en un brazo y apoyada en otra persona, pero me caigo a menudo. He tenido la cara negra del golpe de una caída y ahora mismo tengo un chichón en la cabeza. Uso mucho la silla de ruedas y salgo muy poco: del sillón a la cama", dice.

El dolor es ya extremo, asegura. Isabel cuenta que lleva tiempo tomando pastillas de morfina, según el tratamiento prescrito por la unidad del dolor del Hula. "Al menos seis meses, por la mañana y por la noche", apunta su marido, Antonio Rodríguez Pena, a su vez portador de un marcapasos y enfermo renal.

El pasado mes de junio ingresó para que le volvieran a cambiar la prótesis. Los traumatólogos sospechan que también esta se mueve. En realidad, acabó yéndose de alta al día siguiente sin ser intervenida porque estaba a tratamiento con sintrom. "Nadie me dijo que dejara de tomarlo. Yo lo hice en otras ocasiones pero pensé que había cambiado la política", dice Isabel.

Aunque inicialmente le dijeron que llamarían en un par de semanas, ha pasado un mes y aún no se la han reprogramado. "Yo con estos dolores no puedo vivir ", dice. El Sergas asegura que está previsto que le programen la intervención "en breve".

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