Opinión

Sentido de la amabilidad

AYER, LUNES, se percibía en las calles de Ribadeo un bullicio impropio. Es raro porque los lunes Ribadeo sufre un soplo: por un instante deja de latir, y el martes sigue. Pero ayer no. Había gente consultando mapas por la calle, comiendo al aire libre, haciendo preguntas impertinentes. «¿Dónde dan un buen menú del día?», le dijo una señora con un acento que no supe descifrar a una de esas personas locas de remate que hay en todos los pueblos. «Vaya por ahí», le dijo, y la mandó a la única calle del centro de Ribadeo donde no hay ni un solo bar. La situación, delante de mis narices, me dejó en una situación complicada. ¿Intervengo y deshago el entuerto o dejo que la naturaleza siga su curso? Como iba sin ningún café encima, o esa fue la excusa que me puse, dejé correr el asunto. Me pregunto cuánto dependeremos de verdad de la gente que viene de fuera, qué pensarán de nosotros, les gustará lo que ven, volverán... Si todo depende de que se crucen con un chiflado y alguien que aún no tomó café, lo tenemos crudo. Menos mal que luego tocan por ahí la Panorama y la París de Noia, hay churrascadas, festivales y cosas así y todo se olvida. La próxima vez retrasaré mi café minuto y medio.

Comentarios