Opinión

Anacrónico

Cuarenta y dos años después de muerto el dictador, asistimos a una sorprendente polémica sobre el pazo de Meirás. Admítase que está fuera de tiempo. O debería estarlo. Las motivaciones para que esta cuestión surja actualmente se repitieron muchos años atrás. Ahora, en medio de un escenario cargado de graves problemas, salta. No se caracterizó nunca la propiedad del pazo por facilitar la obligación legal de abrirlo de acuerdo con esa norma al público. A veces, su posición parece provocadora o despreciativa. Obviamente, lo mejor que podría suceder con la fundación Franco es que se disolviese. ¿Encaja en una España democrática? El foco debería apuntar a esa fundación. No al pazo. Obviamente, el origen de la propiedad, con toda la donación popular que se quiera, está ciertamente viciado por el contexto bélico, guerracivilista, falto de libertades en que se produjo. A la familia Franco hay que exigirle el mínimo civismo que impone respetar la norma, que es para todos. Pero a estas alturas del calendario y de la realidad, salvo que el pasado sirva para representaciones políticas del presente, el pazo de Meirás no es ninguna prioridad de gestión política o administrativa en Galicia. No es, afortunadamente, ninguna fortaleza a tomar.

Competir con carne
Ir a Argentina con carne de buey que se alimenta en pastos de Portomarín y realizar, por invitación profesional, una exhibición en Buenos Aires de elaboración de platos con esa carne gallega es poner una pica en Flandes en materia gastronómica. Allí estarán, entre distinguidos chefs latinoamericanos y españoles, los cocineros lucenses Héctor y Paco López, con la carne que ellos y su padre crían en una finca familiar en Portomarín. Van a dar, llamados por la Feria Iberoamericana de Gastronomía, una muestra de buen hacer con carne de Lugo en la patria de los asaditos y las parrillas.

Comentarios