Opinión

El artículo 155, para la LFP

UN ATENTADO contra la hispanidad un 12 de octubre. Un insulto a la españolidad el día en el que el país celebra su esencia como nación, única e indivisible para unos, plurinacional y quebradiza para otros. Ayer, en el Ángel Carro, con la Liga de Fútbol Profesional (LFP) como instigadora y principal culpable, los 4.000 seguidores rojiblancos no pudieron cumplir con un rito obligado en el mundo ibérico, algo tan puro que forma parte indisociable del ‘volkgeist’ de un territorio situado al sur de Europa. La siesta, algo tan hermoso como necesario, fue arrasada por un horario infame y antinatural para un español como Dios manda.

En una jornada festiva, sin la obligación laboral que interrumpe o reduce el tiempo para hacer la digestión sobre un sofá o una cama, colocar un partido de fútbol a las 16.00 horas es un golpe a la línea de flotación del espíritu nacional.

Quizás lo más práctico sería aplicar el artículo 155 de la Constitución a la LFP y cargarse a Tebas y sus correligionarios de la patronal futbolística española. Dar un golpe de estado legal y quitarle la potestad de dirigir el balompié patrio para escuchar a los aficionados y no a los ideólogos de la programación televisiva.

Porque en la extraña mente de los que ponen los horarios del fútbol de Segunda, millones de televidentes en otros continentes están deseando que empiece un Lugo-Córdoba para saciar su sed de fútbol. De ahí jugar a las 16.00 horas, una hora infame, más en un día como el de ayer. Una acción merecedora del destierro de por vida, de la aplicación de una DUI inmediata. Los propios Buggles podrían haber reescrito su canción insignia por ‘Video Killed the football star’ a tenor de los atentados continuos que la Liga hace en nombre de la televisión.

A la' ‘football star'’ que no mató ayer la tele fue a Mario Barco. Al riojano no le molestó jugar después de comer. Lo celebró como pocos, lo paladeó después de años soñando con que llegara ese momento.

No habría podido dormir la siesta el de Calahorra. Ni ganas habría tenido de los nervios de verse en una convocatoria de un equipo de Segunda después de tanto tiempo de espera, de cesiones y lesiones, de luchar y esforzarse cada mañana para alcanzar el fútbol profesional.

Ayer le dio igual al bueno de Mario Barco, cuyas ganas se notaron desde su salida. Remató para rozar el tanto en su primer balón. Trabajó y peleó como pocos y encontró su premio con un golazo desde fuera del área. El primero de un delantero este año en el Lugo. Aunque fuese un gol un poco antiespañol.

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