Eclipse parcial, entretenimiento total

El adarve de la muralla fue el mirador desde el que muchos lucenses observaron ayer el fenómeno astronómico. Miembros de la Federación Gallega de Astronomía llevaron varios equipos para ver mejor como la luna cubría el sol
La expectación en la muralla fue máxima y y hubo desde equipos sofisticados a medios caseros para ver el fenómeno.
photo_camera La expectación en la muralla fue máxima y y hubo desde equipos sofisticados a medios caseros para ver el fenómeno.

Las calles vacías de un día festivo hacían presagiar que la actividad de observación del eclipse desde la muralla que organizaba el Concello sería un fracaso. Y, sin embargo, fue todo lo contrario. Los que no estaban fuera de la ciudad o bajo las mantas estaban en el adarve, intentando ver con todos los medios a su alcance el eclipse solar, uno de los que mejor se ha podido apreciar desde Lugo, donde el denso tráfico de nubes suele empañar muchas de estas citas astronómicas.

A la altura de A Mosqueira, Francisco García y Jesús Pérez, de la Federación Gallega de Astronomía, colocaron varios equipos para poder avistar el fenómeno con mayor nitidez. Comenzaron a instalarlos sobre las ocho y media y ya a esa hora empezaban a llegar los espectadores más motivados, muchos de ellos niños acompañados de sus padres. Poco a poco se fue formando una enorme cola para hacer uso de los binoculares gigantes de la federación, de 150 milímetros de diámetro, el modelo más grande que se fabrica en el mundo, explicó Jesús.

Llevaron también dos telescopios, uno de ellos con un filtro solar de hidrógeno alfa que, indicaron, permite «ver las protuberancias del sol cuando explosiona y también las manchas solares». Ayer, informó Jesús, podía verse una mancha enorme, más grande que la Tierra. El aparato, sin embargo, fue retirado por precaución después de que un movimiento desafortunado de uno de los espectadores echara por tierra una cámara que también habían instalado, con el triste resultado de rotura del teleobjetivo.

Aunque a la mayoría de los visitantes los tentaron estos equipos más sofisticados, lo cierto es que muchos venían ya armados de casa con sus propios cristales oscuros. O, como Toño Cañadas, con una cámara estenopeica hecha a última hora con una caja de cartón. Este madrileño que se dedica a hacer y vender este tipo de cámaras y a divulgar esta técnica se vino de Madrid aprovechando que su novia es de Lugo y que la esquina noroeste de la península era el mejor mirador al eclipse.

También Anxo López, de ocho años, acudió con su filtro casero. En su caso, el cristal de soldadura iba enmarcado en un folio con las imágenes de la secuencia completa del eclipse, que podía encontrarse en la página del Instituto Geográfico Nacional, y algo tan sencillo se convirtió en una atracción más de la cita. Ayudó mucho, claro, el desparpajo y la generosidad de Anxo, que se lo ofreció y se lo prestó a todo quisque. «¿Ves? Xa che dicía eu que hoxe ía facer un montón de amigos», le decía a su madre, Majo, a quien, con toda honestidad, atribuía la genial idea cuando le preguntaban.

Pasadas las once y cuarto, el cielo volvió a ser el habitual un día nublado de primavera. Regresó la luz gris y desapareció el efecto de irrealidad que, por un rato, había creado el filtro de la luna en las calles casi vacías, donde solo se movían las bolsas y papeles que el viento helado ponía en danza. Pero fue una mañana en que los humanos, asombrados, volvieron a dirigir sus ojos al cielo.