Entre un crimen pasional y un ajuste de cuentas

Los agentes policiales no lograron demostrar que la expareja de la dependienta tuviese algo que ver con su desaparición, pero tampoco pudieron constatar que alguien la matase como castigo
Una imagen de Sonia Iglesias junto a sus compañeros de trabajo
photo_camera Una imagen de Sonia Iglesias junto a sus compañeros de trabajo

La desaparición de Sonia Iglesias ha tenido más sombras que luces desde aquel fatídico 18 de agosto de 2010 en el que no acudió a la cita que tenía con su hermana Maricarmen a las 13.00 horas, 30 minutos antes del momento en el que debía incorporarse a su puesto de trabajo en la planta superior de Massimo Dutti. Los rumores acerca de su paradero se dispararon desde un primer momento y, si bien las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado siempre creyeron (y continúan en el mismo convencimiento pese al archivo provisional de las actuaciones) que personas del círculo íntimo de la dependienta debían estar detrás de lo sucedido, cada vecino de Pontevedra tenía su propia idea de lo que podía haber ocurrido.

Las líneas de investigación abiertas han sido muchas, pero de todas ellas solo dos han prosperado con ciertos argumentos, al menos indiciarios: el crimen pasional y el ajuste de cuentas.

La imputación de Julio Araújo, excompañero sentimental de la desaparecida y con el que Sonia había roto semanas antes de lo sucedido, llegó mucho más tarde de lo deseado. Casi dos años después de los hechos y con todos los ojos de Pontevedra puestos sobre él casi desde el principio, las autoridades judiciales decidieron llamarle a declarar en calidad de investigado sobre la hipótesis de un crimen pasional. Araújo y Sonia habían acordado una separación formal que se iba a producir pocos días después de la desaparición de la joven; conocía, además, que Sonia mantenía desde hacía algún tiempo una relación sentimental con una tercera persona, con la que tenía planes en común; sus testimonios en sede policial, primero, y judicial, después, resultaron contradictorios, y fue la última persona, además del zapatero Vila, en ver a la dependienta con vida. Todo ello unido a una llamada que repitió en su teléfono el día de los hechos en las inmediaciones de Monte Castrove, "un lugar ideal para hacer desaparecer un cuerpo", según dijeron los investigadores, y a la existencia de un informe psicológico que apuntaría hacia su autoría, fue el sustento de una imputación que se mantuvo vigente hasta la semana pasada pero que no se tradujo en ningún avance procesal.

Los argumentos eran débiles, pues el investigado tenía coartada a las 11.40 (un testigo dijo haberle visto en un bar) y no dejó de acudir a la llamada de los compañeros de trabajo de la desaparecida cuando le informaron de que no había acudido a su puesto de trabajo. Las cámaras de seguridad de entidades bancarias, Tráfico, Policía Local y Guardia Civil tampoco captaron ningún movimiento extraño, por lo que ningún dato objetivo apuntaba a que Araújo o alguna otra persona hubiese cometido un secuestro aquella mañana en las calles de Pontevedra.

SU HIJASTRO. Los investigadores de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta de la Comisaría Provincial y también los integrantes de la Brigada de Homicidios y Desaparecidos con sede en Madrid manifestaron en su momento en ciertos círculos una segunda vía que, tras ser analizada (con interrogatorios a los implicados incluidos), tampoco llegó a buen puerto: la posibilidad de una muerte por un ajuste de cuentas por un asunto de narcotráfico.

Sonia Iglesias mantuvo en su momento una relación muy cercana con Julio Araújo junior, hijo de su excompañero sentimental producto de una relación anterior, vinculado en varias ocasiones con asuntos de tráfico de drogas de diferente entidad.

Fuentes fiables explicaron en su día a este periódico que la dependienta de Massimo Dutti llegó a visitar a un hijo de su expareja en un centro penitenciario de Marruecos (algún otro miembro de la familia Araújo ha tenido problemas con la Justicia) y corroboraron que mantenía con ellos una excelente relación.

QUEDÓ EN NADA. Sin embargo, ninguna de las líneas de investigación relacionadas de uno u otro modo con el apellido Araújo llegaron a ningún sitio, al menos por el momento. La Policía y el fiscal jefe de la Audiencia, Juan Carlos Aladro, mantienen desde hace meses que la expareja de Sonia Iglesias sabe más de lo que cuenta acerca de la desaparición, y tienen el convencimiento de que no es solo él, sino que son más personas las que manejan datos acerca de lo que ocurrió con la dependienta.

"Un crimen de tal perfección no pudo ser cometido por un solo hombre", sostiene Aladro.

Cuatro años y medio después, Pontevedra aún se frota los ojos ante lo sucedido: una vecina muy conocida desapareció de la faz de la tierra como si se hubiese desvanecido, sin dejar rastro alguno. Nadie sabe nada. O eso le han dicho a los investigadores. "A veces, estos casos se retoman con más fuerza", advierte el comisario".

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