Galicia repudia en la calle el asesinato de Pontevedra

Las pequeñas Amaia y Candela recibieron sepultura a primera hora del domingo en el camposanto de Couso, en Campo Lameiro. No pudieron ser incineradas, como era el deseo de sus familiares, al no ser autorizado por la jueza por si fuese necesario realizar futuras pruebas. Por la tarde, protestas de repulsa contra el crimen se repitieron en numerosos puntos de la comunidad gallega

Las dos niñas, Amaia y Candela Oubel Viéitez, de 4 y 9 años de edad respectivamente, descansan en paz desde el domingo tras su cruenta e inexplicable muerte, presuntamente a manos de su padre, David Oubel, que está en la cárcel desde el sábado por la tarde, como supuesto autor del doble asesinato, cometido con una rebarbadora el pasado viernes, 31 de julio, en su casa de Laxe (Moraña). Los cadáveres recibieron sepultura en el camposanto de la parroquia de Couso (Campo Lameiro), municipio del que es natural la madre de las pequeñas asesinadas, Rocío Viéitez. A primera hora de la mañana del domingo, y en la más estricta intimidad, se celebró el entierro de Amaia y Candela. Solo los más allegados a la familia materna participaron en el íntimo acto de la dolorosa despedida, según confirmaron fuentes estrechamente vinculadas a la desolada madre, que estaba separada del que fue su marido durante 15 años y con el que compartía la custodia de las dos hijas de ambos.

El entierro no llevó aparejado ningún funeral ni acto paralelo. La familia materna todavía no ha decidido si, a corto o medio plazo, lo realizará.

La intención de Rocío Viéitez, que hasta el momento ha evitado que la sedasen para encajar el durísimo golpe, era la de incinerar los cuerpos. No pudo ser por prohibición judicial. Las mismas fuentes confirmaron ayer que la magistrada del Juzgado de Instrucción número 1 de Caldas no permitió la incineración de los cadáveres. No lo hizo como medida preventiva, por si en el transcurso de la investigación pudiesen surgir nuevas pistas de cómo se sucedieron los asesinatos. Así, no se descarta una futura exhumación de los cuerpos.

Las autopsias se efectuaron el sábado en el Instituto Anatómico Forense de Pontevedra. Los resultados, que obran en poder del juzgado, pueden resultar claves para esclarecer las mútiples incógnitas que aún rodean un caso que ha causado conmoción en toda España y que golpeó fuertemente a la comarca del Umia, con especial incidencia en los municipios de Moraña y Caldas. En el primero, que este domingo vivió el último de los tres días de luto oficial decretados el pasado viernes, residían ambos progenitores, a tres kilómetros de distancia uno de los otro. En Caldas tenía su negocio, compartido con una hermana, el supuesto asesino, David Oubel, para quien la Fiscalía solicitará la máxima pena, la denominada cadena perpetua encubierta, oficialmente, en el nuevo Código Penal, ‘prisión permanente revisable’, que le mantendría entre 25 y 30 años en la cárcel como mínimo.

El encarcelado sin fianza, muy aficionado al mundo canino (actuó como juez en varias pruebas y concursos de perros), era muy conocido en Caldas por la inmobiliaria de la que es socio con su hermana, Gaubica, situada en la carretera de Vilagarcía. La agencia abrió en los tiempos del boom inmobiliario. Según comentaban los vecinos a las puertas del juzgado, el pasado sábado, mientras el detenido permanecía en sede judicial, ''fixo moitos cartos, agora menos, pero coma todos''.

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