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El tren cumple 140 años en Lugo con la supresión de servicios e incertidumbre

Un viaje hasta A Coruña demuestra que el servicio no está adecuado a los tiempos, con pocos pasajeros y mucha lentitud. La estación lucense se mantiene gracias a los trenes a Madrid y Barcelona, que vuelven a recortarse
En la estación herculina, hay enlaces a media distancia con las principales ciudades gallegas menos con Lugo
photo_camera En la estación herculina, hay enlaces a media distancia con las principales ciudades gallegas menos con Lugo

Hace 140 años que el traqueteo del tren resuena lento en la estación de Lugo, y parece que cada vez lo hace de forma más tenue porque coincidiendo con esta efeméride Renfe acaba de suprimir el servicio nocturno de tren hotel a Barcelona los sábados.

Lo que hace 140 años fue un gran avance, ahora languidece en Lugo, única provincia gallega al margen de la alta velocidad. Diferente era a finales del siglo XIX, cuando la llegada del tren fue un gran avance, tanto en transporte de mercancías como de viajeros, además de un símbolo de la modernidad. La primera consecuencia de la aparición de este ‘monstruo de hierro’ -como lo llamaban los cronistas de la época- fue el acortamiento del viaje de Lugo a A Coruña, la primera línea que funcionó en la estación de Friás y que permitía viajar a esta ciudad en solo cuatro horas, lo que supuso el fin de las diligencias tiradas por mulas.

Ciento cuarenta años después, el trayecto a A Coruña en tren se puede hacer en una hora y media, en el mejor de los casos, si se opta precisamente por el Tren Hotel, procedente de Barcelona, que sale de Lugo, teóricamente, a las 9.33 de la mañana, con paradas rápidas en Curtis y Betanzos, y las dos horas que le lleva al procedente de Monforte, que pasa por Lugo a las 8.24. Para comprobar las sospechas, optamos por coger uno de esos trenes y comprobar cómo está la conexión con A Coruña. Es lunes y faltan diez minutos para que llegue el Tren Hotel, procedente de Barcelona con destino a A Coruña. La hora teórica de llegada es a las 9.33; la de salida, las 9.35. Sin embargo, a falta de esos diez minutos, en el andén de la estación hay solamente cuatro personas. Las mismas que se subirán a este tren hacia la capital herculina. Pocos pasajeros, aunque Renfe asegura que el volumen subió en el último año un 23 por ciento, pese a que Lugo es, con Ferrol, la estación con menos tránsito de Galicia (29.400 y 29.100, respectivamente, frente a los 215.900, de A Coruña).

El reloj avanza hasta las 9.40 y el tren no hizo su aparición. Un rótulo informa que llegará con un retraso de casi media hora. "No sabemos a qué se debe pero la llegada a A Coruña será, como mucho, un cuarto de hora más tarde de lo previsto", afirma el empleado de la ventanilla.

SERVICIOS. Toca hacer tiempo. Es el momento de tomarse un café y esperar, pero esto resulta imposible dentro de la estación. La cantina está cerrada. Es obligatorio salir afuera y ver si en la plaza Conde de Fontao hay algún bar dónde meterse. Cero. Hubo épocas de cinco o seis bares, hace 30 o 40 años, cuando todavía bajaban y subían del tren muchos pasajeros en Lugo. Hoy no es así. El bar más cercano está en Montero Ríos.

Sí hay, en cambio, un amplio servicio de taxi. Seis conductores ofrecen sus servicios a los pasajeros que se bajen en Lugo. No es un chollo, pero siempre puede caer algo.

"No verán, aínda vai habendo xente. Vén moita xente de Barcelona a pasar as vacacións aquí coa familia, pero isto baixou moito. Eu levo aquí, nesta parada, desde hai dezaseis anos e nótase que, coa crise, a xente viaxa menos e tamén usa menos o taxi porque sempre hai algún parente no paro que os vén buscar", cuenta Suso, uno de los taxistas.

Un problema con el que se encontrarán estos familiares que vienen a recoger viajeros a la estación es la falta de aparcamientos. Imposible dejar el coche delante de la estación ni en muchas de las calles adyacentes. ¿La alternativa? Un aparcamiento público ubicado al otro lado de la vía, en un acceso hacia el barrio de A Chanca por debajo del puente sobre la vía. Una deficiencia clara de una estación de capital de provincia.

Se aproximan las diez y tres mujeres, ya maduras, empujan sus maletas. Se llaman Pepa, Fina y Carmen. Las tres irán, por primera vez, a A Coruña en tren con la intención de coger, después, "otro tren rápido que nos lleve a Vigo y pasar unos días de vacaciones en Cangas", dicen. No quieren fotos, solo quieren vivir la aventura de ir a la playa en un medio de transporte que apenas usan. "Hace veinticinco años que no voy en tren", dice una de ellas. "Yo sí lo usé para ir a Barcelona o a Zaragoza pero ya hace tiempo que no voy", continúa otra.

No hay tiempo para más. El Tren Hotel asoma su nariz y una joven se aproxima a las tres mujeres para indicarles cuál es el coche en el que deben montar. Apenas se detiene. Solo hay cuatro pasajeras: las tres mujeres y una servidora. El tren está limpio, parece nuevo y, sobre todo, es bastante silencioso. Una acomodadora nos muestra el vagón e incluso nos da a escoger asiento. «Al fin y al cabo, hay mucho sitio libre», dice.

El tren inicia su viaje a 80 kilómetros por hora. Hacia la mitad del trayecto alcanzaría los 133. La mayoría de los pasajeros lleva ya más de doce horas de viaje. Salieron a las 20.20 del día anterior de Barcelona y todavía se despiertan en Lugo, bajo la manta que les regala Renfe junto con un neceser que incluye pasta de dientes y antifaz para dormir. Falta poco ya para A Coruña.

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