Encargarse de la producción de un concierto es mucho más que asegurarse de que el escenario y los camerinos cumplen las demandas de los grupos o que hay suficiente potencia de luz y sonido para el espectáculo. También hay que estar a la altura de las exigencias, muchas veces caprichos, de los artistas, que pueden ir desde una tortilla de patatas para los días pares a un litro de gazpacho, pasando por licores de todo tipo, mucho jamón serrano o hasta un bote de banderillas picantes.
Las peticiones de la mayoría de los que actúan este año, no obstante, no alcanzan la categoría de extravagancia, aunque sí hay algunos detalles que llaman la atención.
Uno de ellos, por ejemplo, es lo comedidos que, al contrario de lo que se podría pensar, se muestran con el alcohol algunos grupos, como Siniestro Total, ahora más entregado a la fruta y al te negro que a las bebidas espirituosas.
Un tópico, el del rock y el alcohol, que no pasa de moda para una formación como Mclan, cuyas peticiones incluyen además productos tan desconcertantes como «un litro de gazpacho Alvalle».
También Delorean se sitúa entre los que plantean unas exigencias de lo más curiosas, como cuencos de hummus o guacamole con nachos.
Llama la atención , por otra parte, la coincidencia de todos ellos en exigencias que cualquier persona a este mundillo daría por hechas: que el escenario tenga estabilidad o que los camerinos estén limpios y tengan papel higiénico, lo que da mucho qué pensar sobre lo que se encuentran por ahí.
