¿Más romano o más castreño?

En su avance hacia el fin del mundo, los romanos plantaron sus tiendas en una colina entre dos ríos y organizaron un campamento. Así nació Lugo. Alrededor todo eran pueblos castreños, cuyos habitantes los define Estrabón como gente "austera" que va a la lucha "ciñéndose la frente con una banda".

El Arde Lucus invita a lucenses y foráneos a decidir en qué parte de la historia quieren situarse. Aunque la fiesta nació para revivir el origen romano de la ciudad, muchos prefieren asumir el papel de los pobladores que observaron desde sus asentamientos castreños —aterrados, matizarían algunos autores— cómo Caius Antistius Vetus monta su campamento militar sobre la colina de Lucus en el año 25 antes de Cristo, con idea de avanzar desde este punto hasta el fin del mundo. Del pueblo que se encontraron los romanos en lo que hoy es el municipio lucense y su influencia, los copori, poco se sabe, aunque si se cree la descripción que Estrabón incluye en el libro III de su Geografía sobre los habitantes del norte de Iberia, algunas cosas no han cambiado.

Habla el geógrafo griego de  hombres y mujeres "austeros, que beben normalmente agua, duermen en el suelo y dejan que el cabello les llegue muy abajo, como mujeres, pero luchan ciñéndose la frente con una banda". Su dieta se compone de "chivos. Conocen también la cerveza, y el vino lo beben en raras ocasiones, pero el que tienen lo consumen pronto en festines con los parientes". Además, "usan mantequilla en vez de aceite, comen sentados en bancos construidos contra el muro y se sientan en orden a la edad".

Estrabón habla —por referencias de otros, pues él nunca pisó Iberia— de los pueblos del norte en general, entre los que incluye a los kallaikoi, como denomina a los gallegos. En cuanto al comercio, se sirven "del trueque de mercancías o cortan una lasca de plata y la dan". Estrabón indica otras costumbres algo más controvertidas: "A los condenados a muerte los despeñan y a los parricidas los lapidan más allá de las montañas o de los ríos. A los enfermos, como antiguamente lo egipcios, los exponen en los caminos para que los que la han pasado les den consejos sobre su enfermedad".
 
Vestimenta
Como guía sobre sus vestidos para quienes optan por caracterizarse de castreño, sirva la descripción que Estrabón hace de los lusitanos, habitantes de la zona al norte del Duero. "Su escudo es pequeño, de dos pies de diámetro, y cóncavo por su lado anterior; lo llevan suspendido por delante con correas, y no tiene, al parecer, abrazaderas ni asas. Van armados también de un puñal o cuchillo; la mayor parte llevan corazas de lino, y pocos cota de malla y cascos de tres cimeras. Otros se cubren con cascos tejidos de nervios; los infantes usan grebas y llevan varias jabalinas; algunos sírvense de lanzas con punta de bronce", explicaba.

Estos pueblos complicaban la conquista romana de la Península Ibérica. Cuando Augusto decide enfrentarse a este rompecabezas, Lugo se establece como uno de los campamentos base para las tropas. Un monolito con la inscripción ‘L. VI’, encontrado en la Rúa dos Cregos, se interpreta en la obra ‘Urbs Romana’, editada por el Concello de Lugo, como una referencia a la Legio VI, una de las que intervinieron en las Guerras Cántabras. Entre los años 25 y 23 antes de Cristo, en el campamento lucense se acuñaron monedas destinadas a sufragar los gastos de la guerra de Roma contra cántabros y astures. Se las denomina monedas de la caetra,por portar el  escudo típico de Iberia.

Ciudad
Lugo tenía una situación estratégica: cauces fluviales, aguas termales en sus alrededores que procuraban terapias en tiempos de guerra y posibilidades lúdicas y de ocio en tiempos e paz, bosques cercanos y tierras de labradío que podían alimentar a la población. Así que los romanos llegaron para quedarse. Aproximadamente diez años después de crear el campamento, Lucus comienza a transformase en el asentamiento urbano civil más importante del extremo noroeste por obra de Paulo Fabio Máximo, legado de Octavio Augusto.

Se supone que muchos poblados de los alrededores —en castros como los de Albeiros, Muxa, Pías,  Piugos, Meilán, Rubiás, Recimil, O Castro, o A Piringalla— siguieron existiendo y se integraron en la ciudad con el tiempo. Para el arqueólogo Enrique Alcorta, el proceso se desarrollaría como muchos otros contactos entre pueblos a lo largo de la historia, algunos recientes, en que la primera generación acude a la ciudad como mano de obra y queda deslumbrada por su actividad y posibilidades, la segunda se integra; y la tercera, "ya eran romanos", señala Alcorta.

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