Hinchas del Lugo pese a los kilómetros

El equipo cuenta con fieles seguidores en la distancia, desde Cataluña, Madrid, Inglaterra y hasta Oklahoma
Carlos Melchor luce una camiseta del Lugo junto al Golden Gate de San Francisco
photo_camera Carlos Melchor luce una camiseta del Lugo junto al Golden Gate de San Francisco

Todos los aficionados tienen un poco del Nick Hornby de ‘Fiebre en las gradas’. Para cualquier seguidor de un equipo de fútbol, leer la gran novela del autor inglés supone un asidero moral, el reconocimiento de que hay alguien como él, de que no es un marciano en medio de una masa racional. El Lugo no es el Arsenal de Hornby, pero su atractivo es igual de poderoso y la camiseta rojiblanca genera la misma electricidad en la espina dorsal. Más aún cuando no se puede oler el césped del Ángel Carro cada dos domingos.

Se dice que cuando se está fuera de donde uno se ha criado los sentimientos se potencian más. Los seguidores del Lugo en el exilio suelen ser fieles, asiduos a unos colores que no se negocian, aunque se esté en otro continente, en otro país o a cientos de kilómetros. Los aficionados rojiblancos fuera de la ciudad amurallada se buscan la vida de diferentes maneras para ver y vivir un club que le aporta algo más que noventa minutos de fútbol. Da igual lo que haya que hacer o dónde ir, el Lugo es lo primero el fin de semana.

Día D y hora H en Girona. Juan José Larramona nació en L’Hospitalet, pero la sangre de Becerreá -su madre nació allí- es demasiado fuerte. A pesar de haber vivido en Cataluña toda su vida siente Lugo y el Lugo como propio. Desde el play off del 92 en Sant Andreu viaja a cualquier sitio de esa comunidad donde juegue el equipo lucense. Lo hizo en las fases de ascenso a Segunda y también, ya en la categoría de plata, en Sabadell, Tarragona, Barcelona, Palamós y... Girona. Allí estuvo el año pasado, cuando Caballero frustró el ascenso gerundense en el minuto 92. "El año pasado en Girona lo pasé mal, fui con mi sobrina pequeña, que llevaba su bandera del Girona y la cara pintada. Nunca en mi vida había vivido una decepción colectiva tan grande como cuando marcó Caballero. Estábamos detrás de los banquillos y vimos toda la bronca que se montó con Setién, Sandaza y demás. Luego vimos volar cosas y enrarecerse mucho el ambiente. Cogí a mi sobrina y nos marchamos", relató Juanjo.

La odisea de Leganés. Diego Díaz trabaja en Madrid. Hace poco que es profesor de primaria en Las Rozas. Seguidor rojiblanco, cuando el Lugo jugó en Leganés enredó a un amigo y vivieron una odisea para llegar a Butarque entre metro, Google maps, autobuses urbanos y demás. "A Leganés fui con un amigo. Fuimos en todo el transporte urbano posible. Hicimos mucho metro y nos dejó en una parada de la periferia de la zona sur. Nuestro plan era ir andando porque íbamos con tiempo y el Google maps nos dejó tirados. Ponía que el trayecto era solo de media hora, pero fuimos en dirección contraria y tardamos mucho más. Un conductor de autobús nos dio las instrucciones para ir y cogimos un autobús. Llegamos con un poco de margen al estadio al final", explicó Diego.

‘Aúpa Lugo’ en el Golden Gate. Carlos Melchor se busca la vida para ejercer su profesión: la de maestro. Tuvo que viajar muy lejos, a Oklahoma, donde además de tornados hay un fiel seguidor del Lugo. Viajando por Estados Unidos acabó topándose con un seguidor del Athlétic en el Golden Gate de San Francisco. El bilabíno reconoció la zamarra del Lugo y le gritó un ‘Aúpa Lugo’, el abrazo de Melchor fue inmediato. "En San Francisco, cruzando el Golden Gate me crucé con uno del Athlétic, me miró y me dijo: ¡Arriba Lugo!, conocía el equipo, fue un subidón", indica.

Una Estrella, please. Óscar Matalobos hace quince años que vive en Wanborough, Wiltshire, un pequeño pueblo cerca de Swindon (Inglaterra). Allí se fue con Helen, ‘Heleniña’ para los de casa, y allí se coloca cada fin de semana enfrente del ordenador con un arsenal de productos gallegos, el móvil con el WhatsApp para hablar con sus colegas de la peña Lugoslavia -y la revista digital para la que escribe- y una taza con el escudo del Lugo. "El día del partido la bufanda siempre está por el salón. El café siempre en la taza del Lugo y viendo el partido, me tomo una Estrella Galicia y un pincho de chorizo de Rábade... Todo muy autóctono. El partido en el ordenador, con la radio, WhatsApp y todo encendido para conectarse con otros amigos y gente de la Peña. El partido es sagrado en casa", cuenta Óscar.

La castaña de Dalmau. Juanjo Larramona, como buen futbolero, tiene sus supersticiones para ir al estadio. Desde el año pasado tiene un amuleto: una castaña que le dio la madre de Albert Dalmau en Palamós... y no le va mal con ella. "Como buen ‘casi’ gallego soy muy supersticioso y llevo conmigo una castaña que me dio la madre de Albert Dalmau antes del partido de Palamós y que estaba cogida en la orilla del Miño. Aunque no siempre ha sido talismán, me gusta llevarla encima", asegura.

La familia, en otro momento. Cuando juega el Lugo lo mejor es estar solo. La concentración es vital. Diego, Juanjo y Óscar coinciden en ver los partidos solos, cómodos con el ordenador y sin nadie alrededor. "Mi mujer está encantada con mi afición al fútbol y al Lugo. Le encanta Galicia y es una lucense más. No le gusta tanto el fútbol como para ver los partidos conmigo en el ordenador. Normalmente aprovecha para hacer otras cosas con sus amigas, sabe que necesito concentración...", dice Óscar Matalobos. Juanjo Larramona también indica que: "en casa los veo solo, aunque fuera a veces mi mujer me acompaña porque entiende de fútbol. A veces me pide que no sea tan pasional", comenta.

Pendiente de Tebas. El tema de los horarios es otro de los caballos de batalla para el seguidor que reside fuera. Más aún cuando vives en otro continente, con una diferencia horaria de siete horas con respecto a España. Carlos Melchor vive pendiente de que a la LFP de Tebas no se le ocurran locuras con los horarios del Lugo. "Rezo cuando salen los horarios para que no sea el del domingo a las 12. Eso significa que me tengo que levantar a las 5 de la mañana. Así tuve que ver el año pasado los partidos del Spórting y el del Las Palmas. Fue un horror", destaca.

Marcianos rojiblancos. Ser seguidor de un equipo pequeño suele conllevar la condición de marciano si vives en Estados Unidos o en terreno del Barcelona, aunque no tanto en Inglaterra, donde el respeto al seguidor modesto es mayúsculo. "La gente se extraña mucho en Girona de que sea del Lugo. He tenido más de una ‘amistosa’ discusión por el partido del año pasado. Muchos te ven como una especia de ‘friki’ y algunos incluso me dicen que por qué no soy del Girona", cuenta Larramona. "Mi afición por el Lugo le llama mucho la atención a mis compañeros españoles. No entienden que todo mi fin de semana me lo planifique a partir de cuando juega el Lugo. Los yankees pasan de todo, aunque los más cercanos preguntan de vez en cuando cómo va el equipo", dice Melchor. "El aficionado inglés es muy fiel y les encanta cómo sigo a mi equipo. De hecho, muchos amigos me preguntan a menudo por los resultados del fin de semana, por cómo va el equipo", destaca Matalobos.

¿De qué equipo es eso?. Llevar una camiseta del Lugo en el extranjero puede ser un foco en la calle, casi como un imán para el resto de aficionados futboleros y no tan futboleros. "Aunque tengo todas las camisetas, lo que me pongo más es una sudadera, por la que me han preguntado varias veces en Inglaterra de qué equipo es. También tengo la chaqueta de entrenamiento... A ver si me van a confundir con Milla", dice Óscar Matalobos. "En el festival de Austin (capital de Texas), como llevaba la camiseta del Lugo de la cerveza fue muy celebrada por sendos borrachos", bromea Carlos Melchor sobre su experiencia con la zamarra rojiblanca en USA.

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