La cultura es considerada en ocasiones algo accesorio, a pesar de que cultura no es ni más ni menos que conocimiento y el conocimiento es imprescindible para sobrevivir y para vivir. Pero la realidad es que invertir en cultura no vende ni se aplaude como invertir en médicos o en carreteras y, si por encima, esa inversión se abandona o no se aprovecha como se debería, los argumentos en contra se refuerzan.
En Lugo, como en otros lugares, en los últimas décadas ha habido inversiones en cultura que han acabado por ser dinero tirado, casi siempre por fallos de gestión, y otras que corren el riesgo de acabar por serlo. La ciudad esperó durante más de quince años por un auditorio a la altura de una capital de provincia -los trámites para construirlo, inicialmente en el viejo cuartel de San Fernando, empezaron a finales de los años noventa- y ahora que supuestamente está cerca de tenerlo -falta por ver quién lo equipa- empiezan a surgir dudas sobre cuál va a ser su destino.
El temor no es infundado ni agorero. Está apoyado en lo que ha sucedido con otras inversiones públicas y en la falta de previsión que ha tenido el gobierno local para su puesta en funcionamiento. Desde que en 2008 se firmó el protocolo de colaboración, se sabe que el edificio construido por la Xunta va a ser de titularidad y gestión municipal. Su entrega llegó a anunciarse para 2013, pero la concejalía de cultura aún no ha empezado a planificar su contenido, según afirmó la responsable hace unos días.
