Dos robos en un local de Pío XII reavivan las quejas por inseguridad en Lugo

El pasado fin de semana entraron en la misma tienda de comestibles dos noches seguidas e intentaron forzar la puerta de otro negocio
Adoquín con que se rompió un cristal en el entorno de la catedral lucense
photo_camera Adoquín con que se rompió un cristal en el entorno de la catedral lucense

A las seis de la mañana del domingo, una llamada de la Policía despertó a la propietaria de La Tienda de Chus, un pequeño local de comestibles situado en la plaza Pío XII cuya puerta de entrada mira a la fachada de la catedral. El intempestivo telefonazo pretendía comunicarle que alguien les había avisado de que la tienda estaba abierta en plena noche y que habían entrado a robar. Efectivamente, habían desmontado uno de los paneles de cristal blindado para levantar el pestillo y así lograron entrar. Se llevaron la máquina registradora y diversas bebidas. La puerta se selló y la madrugada pasada, la del lunes, alrededor de las tres y media, el teléfono volvió a sonar para repetir la misma historia. Habían vuelto a entrar con el mismo modus operandi.

En esta última ocasión, rompieron otro panel distinto con un adoquín de la calle, volvieron a levantar el pestillo y de nuevo se llevaron bebidas y una máquina de pesaje.

Los delincuentes también lo intentaron en la tienda de la esquina, dedicada a la venta de souvenirs. En este caso, quisieron forzar la cerradura por medio del apalancamiento, pero, por alguna razón, desistieron y la mercancía resultó indemne, aunque la puerta sufrió daños.

Los atracos se suman a una larga lista de frecuentes denuncias de daños en edificios, pintadas, orines en la calle y cristales rotos



Este es el último episodio de una larga lista de actos delictivos e incívicos que viene sufriendo la zona —probablemente la que aúna mayor concentración de locales nocturnos y de patrimonio histórico de la ciudad— y que ha vuelto a reavivar las quejas vecinales. "Estamos cansados de quejarnos y que no nos den solución. La Policía Local no vigila, no hace nada", se quejaba un vecino.

Las agresiones contra el patrimonio —público y privado— y los actos vandálicos —desde roturas de cristales hasta meadas en la calle— en la Praza Pío XII y la Praciña da Universidade (donde estaba el antiguo Portón do Recanto) componen un historial inacabable. En los portales del edificio de viviendas que da a las dos calles han roto vidrios, vaciado extintores y se han llevado jardineras. "Fue hace tiempo, esto todo sucedió casi seguido, de fin de semana en fin de semana", relata uno de los residentes. "Y llamadas de noche a los porteros, ni te cuento", añade.

El relato no acaba ahí. "De jueves a domingo mean por todas partes, tienes que salir de casa tapándote la nariz. Yo ya ni abro la ventana por el olor que me llega de la calle. Y a partir de las cuatro o cinco de la madrugada es imposible dormir", relata.

"De jueves a domingo mean por todas partes, tienes que salir de casa tapándote la nariz. Yo ya ni abro la ventana"



CIUDAD SIN LEY. Según los residentes, la Praciña da Universidade es lugar frecuente de botellón, además de funcionar un local de ocio nocturno que abre, según los vecinos, en horario de after. "Esto es como una ciudad sin ley, por la noche estás abandonado a tu suerte", indica uno de los residentes que asegura que no se atreven ni a llamar la atención cuando ven que alguien está haciendo algún daño. "Por encima se te encaran y te llaman de todo. Una vecina les llamó la atención una vez porque estaban dando patadas en la puerta del garaje y al fin de semana siguiente se subieron con una escalera a su ventana y le daban golpecitos en los cristales", cuenta otro vecino.

En el Pazo de los Saavedra, que está habitado, el cristal de una ventana aparece roto, igual que el del cierre de un armario de llaves de paso. Todo es fruto del vandalismo de fin de semana. Alguna vez han llegado a descolgar los cables eléctricos que cruzan bajo el tejado y varias veces se han subido al balcón, lo que supone una preocupación enorme para los propietarios, no solo por los desperfectos que puedan causar en la casa, sino por la posibilidad de que alguien pueda hacerse daño.

Las historias de los vecinos no tienen fin. A cada uno al que se le pregunta, tiene su propia experiencia. "Mi mujer va a trabajar a las 7.30 cada día y es un problema salir del portal por los cristales rotos que hay; de hecho, hemos tenido que cambiar ya las ruedas del coche un par de veces por cortaduras", dice un residente.

Comentarios