"Se ha manipulado el mensaje de los políticos a la sociedad británica"

Unidos pese al Brexit

Las parejas formadas por lucenses y británicos ven con preocupación la desconexión del Reino Unido de la UE, un proceso que ya está en marcha
Katherine Phillips y Francisco Pena
photo_camera Katherine Phillips y Francisco Pena

María Jesús Ramos Galdo es una de esos 132.000 españoles que figuran entre los más de 3,1 millones de ciudadanos comunitarios que están registrados como residentes en el Reino Unido. Ella es lucense, pero lleva más de una década viviendo en las islas británicas y hasta ahora lo hacía plenamente integrada y con total tranquilidad.

María Jesús convive desde hace ocho años con su pareja, un inglés, David Bentley, en Reading, una ciudad dormitorio cercana a Londres donde ha disfrutado de una rutina amable, trabajando -con un contrato permanente- como gestora de proyectos en la empresa de transporte público. Su pareja lo hace en una multinacional de telefonía con sede central en el Reino Unido.

Desde Gran Bretaña, ambos viajaban a España cuando tenían ocasión, con las ventajas y derechos que les concedían sus diferentes nacionalidades, ambas integradas en la Unión Europea. Ahora, el recién iniciado proceso del Brexit puede cambiar todo ese estatus, pero ni María Jesús ni David saben cómo afectará a sus vidas la ya imparable salida del Reino Unido de la Europa de los 27 estados miembros.

En el Reino Unido residen más de 3,1 millones de ciudadanos comunitarios


Partiendo de lo que define como "una total falta de información a la población que vivimos en el Reino Unido sobre las consecuencias que tendrá el Brexit", esta lucense muestra sus mayores temores en relación a su futuro laboral. "Algo de miedo sí que tenemos -confiesa-, sobre todo a que se modifique el sistema de contratos para los extranjeros que residimos aquí. Yo solo tengo pasaporte español y ya ni pienso en solicitar el británico, porque imagino cuáles pueden ser las colas para esa gestión a partir de ahora en el consulado español".

En cuanto a su pareja, también tiene dudas de cara a los derechos que podrá tener a partir de ahora en el marco europeo. "Todo dependerá de los acuerdos a los que se llegue con la UE. Pero no sabemos nada, yo creo que ni los propios políticos lo saben", añade.

Antes de trasladarse al Reino Unido, María Jesús pasó una etapa de su vida en Islandia, un estado del norte de Europa que nunca ha pertenecido a la Unión, pero que "tiene suscritos numerosos acuerdos y se encuentra dentro del área económica europea. En los años en los que residí allí no percibí como algo drástico no pertenecer a la UE y ahora confío en que el Reino Unido pueda negociar una situación similar, aunque me temo que no va a ser tan conciliadora por el hecho de tratarse de una salida, de una ruptura. Eso siempre tiene una connotación negativa y creo que determinadas represalias de la UE hacia Gran Bretaña van a ser inevitables. Tengo claro que habrá hostilidad y que eso va a repercutir negativamente en la población", se lamenta.

Ella no tuvo derecho a voto en el referéndum celebrado el 23 de junio de 2016, ese en el que los británicos aprobaron, aunque por un apretado margen, poner fin a los 44 años de participación en la Unión Europea. David sí pudo votar y lo hizo en contra del Brexit, como la mayoría de habitantes de la zona sur del país, sobre todo los del área de Londres. La metrópoli "es como una burbuja, con una situación económica y social muy distinta a la del norte, una zona más deprimida que acusa más la crisis y donde la población le echa mucha de la culpa de esos males a los inmigrantes. No gustan porque trabajan a precios más bajos".

MALESTAR PREVIO EN LA POBLACIÓN. María Jesús no carga, no obstante, todas las culpas en la clase política, sino que reconoce la existencia previa "en un amplio estrato social de un gran malestar que estaba ahí y al que dio voz el UKIP -partido de la derecha populista británica por la independencia, fundado en 1993-. El resultado ha sido una evidente vuelta atrás en cuanto a los pensamientos xenófobos y el rechazo a la población extranjera que vive allí", apostilla.

Esto lo prueban situaciones cotidianas que observa desde hace tiempo y que ahora se revelan en toda su amplitud, como "las quejas de familias que rechazaban la multiculturalidad en la enseñanza escolar de sus hijos porque creían que se estaba perdiendo demasiado la propia cultura en favor de las foráneas", concluye. María Jesús no tiene dudas al respecto: de aquellos barros vienen estos lodos.



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