Medir los niveles y mantenerlos a raya "es barato" y puede hacerlo un particular en casa

El radón acecha detrás del 25% de las muertes por cáncer de pulmón

La directiva europea que se deberá trasponer en 2018 prevé incluir medidas para el control del gas en el Código Técnico de Edificación
Respiradero para aliviar el radón en una vivienda
photo_camera Respiradero para aliviar el radón en una vivienda

El radón está detrás de una de cada cuatro muertes por cáncer de pulmón que se producen en Galicia, según las estimaciones del Laboratorio de Radón de Galicia. Y, dentro de ese 25%, los factores de riesgo se disparan si, además, quien sufre la convivencia con altas concentraciones de este gas tiene el vicio del tabaco. "Una persona que fuma bastante y tiene en casa más de 150 becquerelios de radón por metro cúbico padece hasta 76 veces más riesgo de cáncer de pulmón que una persona que no fuma y tiene en su vivienda menos de 50 becquerelios", concreta Alberto Ruano, codirector de este equipo especializado adscrito a la Universidade de Santiago de Compostela (USC).

El radón no es un desconocido en Galicia. Todo lo contrario. La comunidad es una de las más afectadas por la concentración de este asesino silencioso que se filtra del suelo, procedente de la descomposición del uranio contenido en rocas como el granito y la pizarra y que se acumula en espacios cerrados, donde, al ser inhalado, supone un factor cancerígeno para el ser humano —el segundo en nivel de amenaza tras el tabaco y el primero en los no fumadores—. Al respecto, los cálculos del laboratorio son claros: el 23,3% de las viviendas de Galicia presenta concentraciones de radón por encima de 200 becquerelios, el equivalente a realizarse 200 radiografías de pecho al año. Es el límite máximo que defienden como admisible desde el ente, mientras que, por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda fijar este tope en la centena. Por provincias, el dato es del 33,2% en Ourense, el 28,6% en Pontevedra, el 19,6% en A Coruña y el 14,7% en Lugo.

Por ahora, la legislación obliga a las direcciones generales de Industria de cada comunidad autónoma a mantener actualizado un registro de mediciones en el ámbito laboral, las cuales deben ser elaboradas y comunicadas por las entidades empleadoras a fin de detectar aquellos lugares donde la concentración supera estos 200 becquerelios. Una legislación que, aparte de dejar fuera el entorno domiciliario, apenas se cumple de forma efectiva. Según Ruano, solo Andalucía y Castilla-La Mancha tienen establecidos estos registros de actividades laborales, en tanto que Galicia, donde el gas "es un problema relevante", no lo tiene implantado. Y no es el único conflicto ante el que la Administración hace mutis por el foro. "La normativa española dice también que, en determinados lugares donde haya exposición al público, como hospitales, centros educativos o cárceles, no se deben superar los 300 becquerelios. Y no se tiene nada controlado", denuncia Ruano.

CAMBIOS EUROPEOS. No obstante, a partir del año que viene se prevén cambios con la entrada en vigor de una norma específica de la Unión Europea que complementa y completa la estatal. Ruano acoge con "cierto optimismo" la directiva, aunque aguarda con cautela a que, vistos los precedentes, su aplicación termine llevándose a cabo. "Los estados miembro tienen la obligación de trasponerla en 2018, pero sabemos que ha habido directivas anteriores donde esto ha costado Dios y ayuda", advierte. "Hoy por hoy, me quedaría muy contento si, como parece que va a ser, se introduce el radón en el Código Técnico de Edificación de España, porque esto supone que todos los arquitectos tienen que hacer construcciones que recojan la problemática", afirma. "Es una manera muy buena de que todas las nuevas viviendas se hagan por lo menos a prueba de radón", celebra el profesor universitario.

Esta previsión constructiva es, pues, una de las principales novedades que trae consigo la ley comunitaria. El otro rasgo más importante, considera Ruano, sería que "obliga a ponerse las pilas a las administraciones públicas" con la imposición de realizar mediciones en "lugares de trabajo subterráneos y no subterráneos situados en zonas de alto riesgo". En el caso de Galicia, aclara, "gran parte de ella es de alto riesgo, lo cual obligaría a medir prácticamente todos los lugares de esas zonas".

Con todo, aún quedan objeciones, sobre todo en cuanto a las cotas máximas permitidas, que ascienden a 300 becquerelios por metro cúbico, cien por encima de la aconsejada por el laboratorio. Esto supondría que las comarcas de alto riesgo en Galicia serían una treintena (el 56%), doce menos que con el tope propuesto por el equipo compostelano. "La norma europea anterior, del año 1993, establecía recomendaciones de 200 becquerelios en casas de nueva construcción y de 400 en casas ya construidas; parece que es una media de las dos cosas", explica el experto de la USC. "Los 300 becquerelios están bien para países que no tienen prácticamente nada, como ocurre en España, pero muchos estudios indican que hay riesgos a concentraciones más bajas. No sabemos por qué sitúan ahí el límite", critica.


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