Cultiva, que algo queda

Cada vez más centros educativos realizan huertos escolares, en los que se aprende desde botánica hasta matemáticas o inglés
Alumnos del IES Muralla Romana en el huerto que crearon este año
photo_camera Alumnos del IES Muralla Romana en el huerto que crearon este año

Los huertos escolares se están revelando como un recurso inagotable de estímulos y conocimientos en los centros educativos. El uso de pequeñas parcelas de tierra para cultivo se ha extendido en prácticamente todos los niveles educativos y los objetivos van más allá del meramente educativo, puesto que algunos colegios lo han convertido en un punto de encuentro con el entorno en el que se inscriben. Así sucede, por ejemplo, en el colegio Cervantes, que ha convertido un solar vacío en un huerto que pretende ser un proyecto social para el barrio. "La empresa Castañer nos cedió un terreno que quedó sin construir cuando llegó la crisis y lo fuimos convirtiendo en huerto con la ayuda de las familias. También queremos colocar unas mesas para que se sienten los mayores y participen", explica Gonzalo Castro, miembro de la directiva del centro.

El colegio Cervantes lo concibió como un proyecto ambiental que permita sensibilizar a los alumnos sobre el medio ambiente, pero también un modo de implicar a las familias. "Son ellas las que nos ayudan a mantenerlo, a plantar, a hacer otros proyectos", explica. De hecho, el huerto contiene, a su vez, muchos otras iniciativas: un refugio para pájaros, un hotel de insectos, una zona verde para juegos y charlas, un semillero de árboles para reforestación o una palloza, entre otros. La palloza, por ejemplo, es un empeño de algunos padres, que han construido la base con palés y que, después del verano, la tejarán como se hacía antiguamente, con paja de centeno que ellos mismos cultivan.

Gonzalo Castro señala que en un colegio como este, eminentemente urbano y con pocas zonas verdes, el huerto cumple una función esencial. "Le damos mucha importancia a que los alumnos conozcan el campo", indica. Sin embargo, los conocimientos que adquieren los pequeños sobrepasan el ámbito agrario o ecológico, ya que este recurso se utiliza de un modo multidisciplinar. "Los más grandes, por ejemplo, van a calcular el área del terreno donde se cultivaron patatas para una actividad de matemáticas", indica. Y a todo se le pone nombre en, al menos, en tres idiomas: inglés, castellano y gallego.

La docente Montserrat Díaz destaca la implicación en el huerto de alumnos que en el aula muestran poco interés por la teoría

MURALLA ROMANA. El IES Muralla Romana inició este curso su propio huerto escolar aprovechando una parte del patio que estaba desaprovechada. La responsable de este proyecto es la profesora de Biología Montserrat Díaz, que se propuso crear un huerto ecológico dentro de la asignatura optativa de segundo de Eso ‘ Promoción e estilos de vida saudable’, que escogieron unos 25 alumnos.

La preparación de la parcela se hizo desde cero y en todas las fases participaron los estudiantes. Se valló la zona de cultivo, se aprovechó una caseta de almacén para guardar los aperos —que el centro adquirió ex profeso para este proyecto—, se hicieron los semilleros, se preparó la tierra y se hizo la plantación.

"Partimos de un suelo bastante empobrecido, muy arcilloso, que necesitaba materia orgánica y hubo que mejorarlo. Se aprovechó la hierba de otras zonas para hacer compost y se hizo un lombricario para que las lombrices ayudaran a mejorar las condiciones de la tierra", explica Montserrat Díaz.

Además, como el invierno vino muy seco, los alumnos tuvieron que responsabilizarse de regar con frecuencia para que los cultivos no se echaran a perder. "Es un proyecto muy bueno para estudiar las condiciones ambientales", matiza la docente, que añade que al ser un huerto ecológico, en el que no se utilizan sustancias químicas, los ciclos naturales y la interrelación entre especies son muy evidentes.

"La mayoría no distinguían entre una cebolla, un ajo y un puerro y ahora están encantados, lo disfrutan mucho", explica esta profesora, que asegura que los alumnos cuyas familias tienen huertos han pasado a interesarse por esta actividad doméstica y tienen conocimientos que aportar.

Sin embargo, la motivación fue general, incluso para los que nunca habían tenido contacto con este entorno. "La sorpresa fue que los alumnos que en el aula no trabajan porque el contenido les resulta más teórico, aquí se implicaron mucho", de modo que han aprendido a través de la práctica nociones que, en abstracto, se les escapaban por falta de interés.

Ahora que ya es visible el resultado de su trabajo y se acerca el final de curso, la preocupación de los alumnos es qué va a pasar con el huerto cuando se acaben las clases. "Preguntan qué vamos a hacer con las hortalizas, si se las podrán llevar o si las van a poder probar", cuenta Montserrat Díaz, que está decidida a continuar con este proyecto en los próximos cursos, dado el éxito didáctico que ha tenido.

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