"O que aprendín é que isto lle pode pasar a calquera e calquera día"

Manuel Río pasó mes y medio en coma por una muerte súbita
Manuel Río, junto a las instalaciones de Adace
photo_camera Manuel Río, junto a las instalaciones de Adace

Hace siete años Manuel Río y su pareja, Vanessa Valiño esperaban su primera hija. Él tenía una empresa de camiones para obras y vendía coches. Viajaba bastante por trabajo. Cuando estaba en O Corgo le gustaba salir con su mujer y echar la partida con sus amigos. Una noche se fue a dormir como cualquier otra noche y notó un fuerte mareo. No recuerda más.

Vanessa, por supuesto, lo recuerda todo con dolorosa precisión. Ante un Manuel inconsciente, sin pulso y que no respiraba, llamó al 112 y siguió las indicaciones que le dieron los técnicos, que la asesoraron sobre cómo ir haciendo la reanimación cardiopulmonar mientras llegaba la ambulancia. El corazón de Manuel volvió a latir y volvió a pararse cuando lo subían a la camilla. De nuevo se recuperó y de nuevo se volvió a parar antes de llegar a la ambulancia. Llegó en coma a la Uci y así permaneció mes y medio. Había sufrido un episodio de muerte súbita, una parada cardíaca repentina que se produce en una persona aparentemente sana o con una patología cardíaca no diagnosticada.

Ahora sí, pero en ese período ninguno de los familiares pensaba en todas las posibilidades tremendas que se fueron cerrando con esa sucesión de acontecimientos: la muerte segura de haberse encontrado solo esa noche, o dormido o si la dormida hubiera sido Vanessa. Sin embargo, el panorama se les presentaba igualmente desolador. Manuel no reaccionaba, no respondía a ningún estímulo. Durante un coma pueden darse pequeñas señales que apuntan a ciertas posibilidades de recuperación y Manuel no mostraba ninguna. Los médicos no ofrecían a Vanessa esperanza a la que agarrarse. "Non crían que fora a despertar e empezaron a plantexar a posibilidade de desconectalo do respirador", explica ella.


Secuelas. "O que me quedou máis afectado foi a vista. Cústame moitísimo ler. Quizais cunha letra enorme..."



Ella, sin embargo, dice que percibió algo. Puede que en los exámenes neurológicos Manuel no reaccionase, pero cuando, durante una visita, su hermano le dijo que dejase el teléfono de una vez, una broma que hacía referencia a su tendencia a pasar horas pegado al móvil por asuntos de trabajo, Vanessa vio una comisura curvarse, una mueca de sonrisa. Explica que los médicos lo atribuyeron a movimientos reflejos, inconscientes, pero ella no podía acabar de creerlo.

La decisión de trasladar a Manuel a planta se presentó casi enseguida como acertada. Manuel presentó una mejora realmente llamativa. Pudo abandonar el respirador y, al día siguiente a que le cerraran la traqueotomía, dijo sus primeras palabras. Empezó a comer por sí mismo. Con el tiempo llegó a levantarse.

"O que me quedou máis afectado foi a vista. Cústame moitísimo ler. Quizais cunha letra enorme... pero tería que ser unha letra xigante", dice. No es solo que no vea, es que le cuesta procesar lo que ve. Como suele ocurrir en casos como el suyo tuvo que reaprender muchísimas cosas. "Non distinguía as cores. Podía velas pero non sabía cales eran", dice. Tiene además problemas de movilidad.

Las terapias ayudan y, poco a poco, Manuel, que cada día acude a la Asociación de Daño Cerebral (Adace), fue recuperando cosas olvidadas o desaparecidas en ese período, del que no recuerda nada. "Boto de menos viaxar, como facía antes por traballo. Poder moverme ben. Gustaríame ter vista para poder ler, para marcar un número de teléfono...", dice cuando se le pide que cite lo que añora de la etapa anterior a su coma.

Cambios. "Boto de menos viaxar, como facía antes por traballo. Poder moverme ben. Gustaríame ter vista para poder ler "


Su vida, evidentemente, ha cambiado mucho. No ha vuelto a trabajar y pasa gran parte de su tiempo entre su casa y la sede de Adace. Sale con su mujer a llevar a su hija a actividades o al parque. Ha conseguido verla crecer. Ha conseguido también resistir a la intervención para que le colocaran un desfibrilador que le salvó tiempo después de una nueva parada cardíaca.

Vanessa y él se miran cuando echan la vista atrás y recuerdan la cantidad de lugares que han visitado, las terapias que han ido probando —algunas válida y muchas fallidas— antes de recalar en Adace. "Estiven en moitos centros que o único que fixeron foi quitarme os cartos", dice. El objetivo siempre fue que Manuel pudiera hacer una vida lo más normal posible y en esas están. Es su empeño y el de ella, que claramente lo tuvo claro desde el principio. "Dicíanme que estando embarazada quizais non me conviña ir tanto á Uci, pero eu iba. Cando os médicos decían que quizais non recuperase nunca e que habería que pensar na posibilidade de que non despertase, eu non mo plantexei xamais. Houbo quen me dixo que podería ser como un vexetal, como unha pedra, sen poder facer nada ou enterarse de nada, e eu decía que coa pedra me quedaba", dice convencida.

De todo este período, Manuel ha aprendido una evidencia, una de esas cosas que la vida se empeña en poner delante a todos, pero la mayoría acaba por eludir: la rapidez con lo que todo da la vuelta, el carácter cambiante de la existencia. "Do que me decatei con isto que me pasou foi de que lle pode pasar a calquera, calquera día", señala.

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