"Aguanto como mucho hora y media de pie. Enseguida tengo que descansar"

Marcos Lorenzo estuvo en coma un mes por un traumatismo
Marcos Lorenzo, ahora de 44 años, sufrió un accidente a los 16
photo_camera Marcos Lorenzo, ahora de 44 años, sufrió un accidente a los 16

Marcos Lorenzo circulaba por la Rúa Tino Grandío con 16 años como se iba en moto en los años 90: sin casco. Pasaban las diez de la noche y quería llegar a tiempo al restaurante familiar, la Parrillada Antonio, para ver Estudio Estadio, una cita fija para los futboleros como él. El coche que le precedía pasó el cruce con rapidez y él pensó que también le daría tiempo. Se equivocó. Del lado derecho le salió un coche que le arrolló. Su cabeza se estampó contra el muro de una farmacia. La ambulancia le llevó al hospital de Lugo y, seguidamente, al de A Coruña, donde ingresó en la Uci en coma.

"Los médicos nos avisaron de que podía morir en cualquier momento. Estuvo en coma profundo un mes. No reaccionaba. Perdió parte del cráneo en el accidente. Aún se nota", dice su padre Antonio Lorenzo, mientras señala la parte derecha de la frente de su hijo, que le imita. En esa zona, efectivamente, se percibe una especie de hendidura, una ausencia. "Teníamos tan pocas esperanzas que tenía avisada la ambulancia de la Funeraria Fernández por si en cualquier momento había que ir a buscarlo", dice el restaurador.

"Los médicos nos avisaron de que Marcos podía morir en cualquier momento. No reaccionaba"


Muy poco a poco, el joven empezó a dar pequeñas señales de mejoría y finalmente despertó, pero no reconocía nada ni a nadie. Su padre cuenta cómo lo llevaban a dar una vuelta por el pasillo del hospital en su silla de ruedas y se abalanzaba sobre cualquier cama a descansar. Se hacía encima sus necesidades, no tenía ninguna clase de fuerza y había que trasladarlo a todas partes. No comía solo y no articulaba palabra. Su padre lo define como "un vegetal".

Comenzó entonces una búsqueda que comparten muchos enfermos: la de un tratamiento o una terapia que implique un cambio, que permita al paciente progresar. Con el tiempo, Margos logró mejorar. Padre e hijo consideran que, para su caso, fue clave acudir a la Clínica Universidad de Navarra. Si se tiene en cuenta su estado anterior, lo que llegó a conseguir es espectacular. Recuperó la movilidad, el habla y el resto de sus capacidades. Fue su mejor época, aunque ahora la contempla casi como un espejismo, como si le pareciera mentira que llegó a producirse. Incluso volvió a trabajar durante dos años. Esa fue la temporada en la que se casó y tuvo a su primer hijo. Su mujer, madrileña y con una madre enferma, le propuso que la familia se trasladase a Madrid para echarle una mano y así lo hicieron.

"En realidad nunca volvió a estar al cien por cien. Ni al noventa por cien", puntualiza su padre, como viendo ahora lo que no veían en su momento. Sin abandonar, salvo muy brevemente, el tratamiento, los problemas acabaron volviendo. "Cada vez estaba más cansado y tenía más problemas de memoria", explica Marcos.

"Muchas veces, tras desayunar, tengo que apoyarme en alguien para volver a casa"


Volvió de Madrid a los nueve meses de haberse marchado y, a su regreso, tal y como sucede ahora, ya no podía trabajar. En estos momentos, lleva más de siete años sin poder hacerlo. "Aguanto como mucho una hora y pico de pie. Después tengo que descansar", explica.

Su día a día tiene en la actualidad mucho de esos vaivenes, de esas subidas y bajadas. Se levanta y va caminando al restaurante, que no queda lejos de su piso, para desayunar. "Muchos días, ya al terminar, tengo que apoyarme en un cliente y pedirle que me acompañe hasta al portal porque no soy capaz de hacer el camino solo", explica. El resto del día se reproduce idéntico: una breve actividad que lo deja agotado, seguida de un descanso.

Vive con su nueva pareja y su hija menor. Pasa tiempo con ambas. Le gusta estar con su niña y le gusta ver la tele, especialmente el fútbol. "Aunque ahora ya todo es de pago y no puedo verlo", se lamenta.

Sus días acaban necesariamente muy temprano. A eso de las ocho y media debe acostarse porque el tratamiento que toma le deja muy cansado y somnoliento. En ese momento no está en condiciones de hacer ninguna otra cosa más que intentar dormir. "A partir de las ocho ya no puede hacer nada", apunta su padre.

"Cada vez estaba más cansado y tenía más problemas de memoria. No puedo hacer una vida normal"


Además del cansancio, ciertas lagunas de memoria y tendencia a la distracción y la dispersión, otra de las consecuencias del grave accidente de su adolescencia son los fuertes dolores de cabeza. A Marcos le afectan las tormentas, los ruidos y el cansancio. Todos derivan en malestar. "No puedo hacer una vida normal", dice.

El día en el que concede esta entrevista es una jornada pesada, en la que claramente se está cocinando una tormenta. Marcos se toca en varias ocasiones a lo largo de la charla la cabeza y a veces tiene dificultades para dar con la palabra que busca. Su cabeza funciona más despacio que antes y algunas cosas, según el día o la hora, le cuestan.

Dice que echa de menos "estar bien", pasar las horas sin que cualquier pequeña actividad le haga agotarse. "Tengo una familia que mantener", recuerda con seriedad.

"Después de todo el grave episodio padecido la situación actual de Marcos es muy delicada, ya que no ha visto reconocida ninguna prestación o ayuda. A día de hoy, sigue luchando para que se vea reconocida su grave situación de incapacidad para desempeñar cualquiera de los trabajos del mercado laboral actual", apunta el padre.

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