Sexo a plena luz, el enésimo capítulo de los vándalos en el Rosalía

Un monitor deportivo se encontró a una pareja de adolescentes manteniendo relaciones cuando llegó a dar su clase
Foto tomada como prueba tras el incidente del día 20, en la que se aprecia el preservativo en la zona de juego
photo_camera Foto tomada como prueba tras el incidente del día 20, en la que se aprecia el preservativo en la zona de juego

Es una denuncia reiterada —y hasta el momento irresoluta— que en el patio del colegio Rosalía de Castro, en pleno centro de la ciudad, se cuelan prácticamente todos los fines de semana intrusos de distintas edades que dejan tras de sí un reguero de desechos: botellas, plásticos, jeringuillas, preservativos... Se los encuentran cada lunes por la mañana los servicios de limpieza, que han de darse prisa para dejar el patio limpio de inmundicia antes de que empiecen a llegar los escolares.

Sin embargo, el sábado día 20, la osadía de los gamberros subió varios grados y provocó una escena que dejó perplejo a uno de los monitores de las actividades deportivas municipales que se imparten en las instalaciones fuera de horario escolar. Este hombre, que llegó al polideportivo alrededor de las cinco de la tarde, se encontró a una pareja de adolescentes manteniendo relaciones sexuales bajo las canastas móviles, en una zona perfectamente visible desde la calle. No estaban solos, a cinco metros de distancia, otros tres chicos fumaban y charlaban.

"Al verme, la chica soltó un grito, el chico se quitó el preservativo y lo tiró al suelo; se subieron los pantalones y se fueron"



La escena tuvo lugar en la pista cubierta del colegio, en un espacio donde se colocan las canastas, al lado de las puertas de dos trasteros. El monitor iba acompañado de sus pupilos, de edades comprendidas entre los seis y los once años, totalmente desprevenido. "Los niños iban detrás de mí y cuando vi la escena tuve que pararlos en seco. Al verme, la chica soltó un grito, el chico se quitó el preservativo y lo tiró al suelo; se subieron los pantalones y se fueron corriendo", recuerda el hombre. Calcula que tendrían alrededor de 15 o 16 años.

Al mismo tiempo, uno de los tres jóvenes que se encontraba fumando a unos cinco metros de distancia de la pareja se le encaró. "Vino hacia mí y me gritó: '¿Y tú qué haces aquí? ¿Quién te dejó entrar'", cuenta. "Se puso como si les estuviera aguando la fiesta", añade.

El monitor le respondió entonces que él tenía permiso para realizar actividades deportivas en las instalaciones, que qué hacían ellos allí y que iba a llamar a la Policía. "Entonces se dio media vuelta y se fueron". Desaparecieron, asegura, a través de un trastero que comunica la cancha cubierta con otra descubierta que da a la calle Marina Española. Por allí salieron a la calle saltando la valla. El entrenador llamó inmediatamente a la Policía e hizo fotos de los restos que dejaron tirados al lado de las canastas: un preservativo usado junto a un gurruño de pañuelos de papel y un paquete de clínex que le cayó a la chica cuando se subió rápidamente la ropa.

Los agentes se presentaron a los pocos minutos, pero ya no fue posible encontrar a ninguno de los intrusos del colegio



Los agentes se presentaron a los pocos minutos, relató el hombre, pero ya no fue posible encontrar a ninguno de los intrusos del colegio. Además, le recomendaron que la próxima vez avise a la Policía antes de actuar para que sean los agentes quienes afronten la situación.

El hombre asegura que pasó un mal rato y que su preocupación era evitar a toda costa que los niños que lo acompañaban vieran la escena. Lo logró pidiéndoles que se echaran atrás mientras preparaba el material.

No es la primera vez que se encuentra intrusos en las pistas, pero nunca en una situación semejante. Varias veces se topó con un grupo de chicos jugando a la hora en que él iba a dar su clase. "Medié con ellos, les dije que no podía estar esperando a que ellos acabaran sus pachangas para dar mi clase y al final lo entendieron y no volvieron", reseña. Otra vez también llamó a la Policía por un grupo de gente gritando y vociferando, pero salieron corriendo y no consiguieron pillarlos.

Ha habido veces en que varias familias han entrado para hacer meriendas, a veces pasando carritos de bebés y bicicletas por encima de la valla



HARTAZGO. El Anpa y la dirección del colegio expresaron su hartazgo e indignación con esta situación que no parece tener fin. Además de los jóvenes que se cuelan para hacer botellón y de los que saltan la valla para jugar en las instalaciones los fines de semana o cada tarde desde que se acaban las actividades extraescolares, ha habido veces en que varias familias han entrado para hacer meriendas, a veces pasando carritos de bebés y bicicletas por encima de la valla.

La propia directora, Loli Freire, ha acudido en múltiples ocasiones, en ocasiones avisada por los vecinos, en fines de semana o fuera de horario escolar y ha avisado a la Policía. Al ser un recinto privado, las fuerzas del orden no pueden actuar de motu propio a no ser que se esté cometiendo un delito, explican desde el Concello.

En muchos casos, indica Freire, los intrusos replican que no hacen nada malo, que solo van a jugar, pero la directora asegura que aun cuando esto es verdaderamente así, las instalaciones se ensucian. "Saltan la valla para entrar aquí, pero cuando tienen ganas de orinar no la vuelven a saltar para hacerlo fuera", explica, cansada de una situación que, dice, "se está desmadrandado".

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