Toda una vida detrás de la barra

Todos en Ribadeo conocen a Abel Coto. Tal vez no personalmente, pero sí le vieron mil veces porque lleva nada menos que 47 años (desde los 13) tras las barras de los bares más característicos de la localidad. Él, modesto y tranquilo, dice que el oficio cambió tanto como la sociedad
Abel Coto a su llegada a Ribadeo y en la actualidad en el mismo lugar
photo_camera Abel Coto a su llegada a Ribadeo y en la actualidad en el mismo lugar

Cuando a Abel Coto (Vilarbetote, Trabada, 1956) se le pregunta por cómo aguantó tanto tiempo los horarios de la hostelería solo se encoge de hombros. Pero es un tema que se nota que le toca. No es de extrañar porque lo conoce muy bien. Nacido en una familia muy humilde en la localidad trabadense de Vilarbetote, se marchó porque la cosa no daba para más y llegó con trece años al Ribadeo de 1970, donde empezó a trabajar "con autorización materna" en lo que en ese momento era un bar de postín, de la alta sociedad: el Breogán.

Aprendió rápido y aprovechó un carácter que parece adecuado para la profesión, aunque él matiza: "Vas collendo experiencia en tratar coa xente. Cada un ten o seu carácter". Lo del Breogán fue una etapa larga, pero después Abel lo anduvo casi todo: La Lira, Cantón Bar, Eijo, Rosa Lar, estación de autobuses y ahora mismo, el restaurante San Miguel.

Cuenta que en su opinión fue en el Rosa Lar donde vivió "a última época dourada da hostalaría de Ribadeo. Daquela non era como agora. Había o Rosa Lar todo o ano e logo un verán moi corto, de quince a quince ou así, non como agora", que hai todo o ano.

Muchas familias a las que atendía en verano luego le invitaban a él a viajar a sus casas en Francia o Inglaterra

Explica que una razón para aquel éxito sin precedentes del Rosa Lar era de carácter social "porque viña moitísima xente da zona interior, moitos gandeiros. Naquel momento a xente que tiña vacas traballaba ben, o leite pagábanllo ben e viñan a Ribadeo con moitos cartos e eso notábase". Cree que eso acabó en gran medida "co tema dos controis de tráfico" y también comenta la famosa época en la que se pusieron guardias de seguridad: "Aquelo era incrible, porque non tiñan nada de preparación. Viñan os escoltas de Calvo-Sotelo e non o crían, porque os vían con pistola e preguntaban que como era posible, se eles tiñan que facer unha pila de cursiños para levalas, e aquí dábanlla como se nada", aunque matiza que "para traballar levaban balas de fogueo. Logo eran boa xente, pero arreaban unhas... Eran outros tempos e había follóns. Algúns gordos".

También recuerda muy bien que en el caso del Breogán y del Cantón Bar "era algo diferente, porque a sociedade era moi distinta. Viña a xente a tomar o vermú, e o Cantón estaba cheo de madrileños no verán. Era unha cousa tremenda, non sabías de onde saían tantos".

Precisamente cuenta que en aquella época "había moita máis costume que agora de saír tomar o vermú, sobre todo as fins de semana e despois da misa". Dice que la cantidad era tal "que o día anterior había que quedarse a traballar ata tarde para telo todo disposto porque despois era imposible poder atender toda a xente que viña de golpe, porque viña todo dios". En esto cree que se cambió muchísimo, no está seguro si fue exactamente para bien, pero dice que "é a evolución da sociedade. Todo foi cambiando, e eso tamén cambiou moitísimo".

Poco a poco fue yendo de un lugar a otro hasta pasar a su trabajo más tranquilo, en el bar de la estación de autobuses, donde dice que al menos el horario era más estable. De los horarios cuenta que "é algo que en hostalaría é tremendo. A xente aquí non ten o costume que hai noutros sitios de respetar uns horarios. Chegan ás once e media da noite a cear e nin pensan que a cociña pode estar xa pechada. Chegan e queren comer e punto".

Esto lo nota también ahora, en su destino actual, donde cuenta que "co tema das mareas das Catedrais, a xente móvese moito con iso: din que teñen que marchar correndo ou que non puideron vir antes porque tiveron que esperar á marea". Todo ello dice que cansa físicamente, "pero desde logo psicoloxicamente déixate feito polvo, eso si que é verdade".

Le quedan buenos recuerdos de cuando le llegaban familias enteras a comer durante semanas y luego le invitaban a él a ir a su casa a Francia o a Inglaterra "e eso está moi ben porque se ve que son agradecidos e que se acordan de ti e lles gustou o trato que tiveches con eles, e eso sempre che da gusto". Ahora que se podrá jubilar en un par de años está contento en el San Miguel, aunque dice que depende de cómo se dé el día "porque nas cociñas tamén hai as de cristo". Él se las sabe todas y espera que la hostelería le deje tiempo a su gran afición, la fotografía.

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