Un gitano que abre camino

Aurelio Gabarri León está a punto de terminar segundo de BAC y convertirse así en el primer chico lucense de etnia gitana que logra esta titulación. Tiene 29 años y cinco hijos y su afán es aprobar una oposición. Si puede ser de Policía, mejor
Aurelio Gabarri, en el parque Rosalía de Castro
photo_camera Aurelio Gabarri, en el parque Rosalía de Castro

AURELIO GABARRI LEÓN quiere que sus cinco hijos estudien carreras y/o aprueben oposiciones. Y no solo quiere inculcarles esa ambición con palabras, también con el ejemplo. Él está a punto de convertirse en el primero chico lucense de etnia gitana que consigue el Bachillerato. Le falta solo una asignatura, que tendrá que quedar ya para el curso que viene porque se le resistió en la convocatoria de septiembre. Y cuando la apruebe, también quiere presentarse a las pruebas de acceso a la universidad, por si acaso un día puede estudiar una carrera. Ahora tiene sus miras puestas en aprobar una oposición y en encontrar un trabajo, pero en algún momento si se dieran las circunstancias, le gustaría ser educador social.

El padre de Aurelio también le inculcó la idea de que tenía que estudiar para salir adelante, pero asegura que el colegio no le resultó fácil y que los prejuicios hicieron su infancia "bastante fastidiada". En la escuela, dice, "te veían diferente por ser gitano, te insultaban, te excluían, nunca te pasaban los apuntes", recuerda. Solo le faltaba un curso para acabar la secundaria cuando se comprometió con su mujer. Él tenía 16 y ella uno menos y enseguida nació su primer hijo. "No fue obligado, sucedió así", explica Aurelio, que le agradece a su esposa todo el apoyo que ha tenido de ella desde entonces. "Nunca me puso trabas para que me formara y estudiara y cada vez que me llevé un chasco con algo ella me decía tranquilo, prepara otra cosa, ya te saldrá. Dice que hay que intentarlo hasta que se consigue", cuenta. Además de apoyarlo también asume "el doble de trabajo para que yo pueda hacer algo", admite. Ella poco puede hacer con cinco criaturas de entre 12 y 2 años, pero, añade Aurelio, "se acaba de sacar las competencias clave y cuando los niños sean mayores le gustaría formarse más".

Después de casarse, Aurelio se planteó volver a estudiar porque es algo que le gusta, así que preparó la prueba de acceso a un ciclo medio de FP. Cursó Mecanizado y Mantenimiento de Máquinas y lo hizo en los dos cursos preceptivos, pero dio de bruces otra vez con los prejuicios. "Cuando llega el momento de hacer las prácticas todos tienen destino, menos yo", recuerda, y cuando pregunta a qué se debe, el coordinador le reconoce que ninguna empresa quiso hacerse cargo de él por ser gitano. Otro mazazo en la lista: "Me esfuerzo por ser alguien en la vida y me siguen juzgando como a un gitano que anda en malas cosas", se lamenta. Sin embargo, finalmente lo aceptaron en una empresa, donde, asegura, le dijeron que era de lo mejor que habían tenido. Pero la crisis estaba pegando duro y no podían coger a nadie.

En el paro, y cobrando la Risga, se decide a preparar la oposición a Policía Nacional, que es lo que le gustaría ser. Pero cuando sale la convocatoria, apenas hay plazas y decide dejarlo porque no podía permitirse la academia.

Dice que su afán es "no depender del salario social" y para ello ha ido cogiendo lo que podía, como un taller de empleo del Concello para digitalizar documentos históricos. "Cobraba solo cien euros más que con la Risga, y tenía que ir de siete a tres, pero me compensaba porque aprendía y no tenía que depender del salario social". Pero se acabó el taller y volvió a la Risga. Entonces colaboraba con la Fundación Secretariado Gitano y allí le propusieron hacer el Máster en Intervención con la Comunidad Gitana de la Universidad de Navarra. Aceptó y lo terminó, pero sus perspectivas de empleo seguían siendo escasas, así que se planteó volver a preparar las oposiciones a Policía. Sin embargo, en ese momento, cambia la ley y exigen el bachillerato, así que se dirige al Ingabad, para hacerlo en la modalidad de adultos por la rama de Humanidades.

El primer curso, dice, tuvo que atender a su padre diábetico, que sufrió serios reveses de salud, y suspendió cuatro asignaturas, aunque sacó el resto con "bastante buenas notas, seis, sietes y ochos", asegura. Se volvió a matricular de ellas y de todo segundo el curso pasado. En junio consiguió sacar casi todo, pero una operación de nariz que no pudo retrasar le impidió presentarse a todo, así que para septiembre se quedó con tres materias, de las que aprobó dos. Además de preparar los exámenes de septiembre también empezó a preparar las oposiciones de auxiliar administrativo del Estado porque está convencido de que en las convocatorias de empleo público es donde más opciones tiene de que se valoren sus conocimientos y no su origen.

Para este curso seguirá preparando la materia que le queda, Lengua y Literatura Española, y las oposiciones, pero le gustaría trabajar. "Si alguien me diera la oportunidad de tener un puesto de trabajo lo agradecería", dice. Compatibilizar no sería problema: "A un trabajo no se le puede decir que no, ya me organizaría para seguir estudiando", apunta.

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