Chon Pérez: "La rampa del portal la pagó mi padre, los vecinos se negaron"

Esta sarriana ha adaptado su hogar pero reconoce que es complicado hacerlo al 100%
Chon Pérez, ante una puerta de su casa que da acceso a la terraza que no puede atravesar
photo_camera Chon Pérez, ante una puerta de su casa que da acceso a la terraza que no puede atravesar

Las personas con movilidad reducida no solo encuentran barreras arquitectónicas en las ciudades en las que residen. También sus domicilios son lugares que pueden presentar obstáculos cotidianos que impiden una satisfactoria experiencia en el hogar.

Chon Pérez vive en Sarria y en su casa existen algunos problemas de accesibilidad, aunque con el paso de los años ha logrado adaptar su hogar en la medida de sus posibilidades. "Ahora mismo mi piso está bien adaptado, no es perfecto, porque siempre se pueden mejorar algunos detalles", apunta la sarriana.

La primera barrera arquitectónica que se ha superado es la entrada al portal. Una rampa acondicionada permite a Chon Pérez acceder con su silla de ruedas motorizada sin apenas problemas. Además, han adaptado la llave a su altura, por lo que no necesita usar la cerradura común de la puerta. Aún con todo, salvar este primer obstáculo supuso una mala experiencia para Chon Pérez y su familia. "Esta rampa la tuvo que pagar mi padre con dinero de su propio bolsillo, porque en la comunidad había vecinos que se negaron a instalarla", asegura Chon Pérez.

"Hay muchos edificios que carecen de rampas de entrada o pisos que no son nada sencillos de adaptar"

Otra rampa, también pagada por el padre de Chon Pérez, permite superar el primer escalón que se encuentra ya en el interior del portal. "Hay vecinos con familiares en silla de ruedas que se han negado a pagar para instalar estas dos rampas, no tiene sentido", apunta la sarriana. Chon Pérez vive en una tercera planta, por lo que tiene que usar cada día el ascensor. Este presenta una estrechez considerable. La sarriana se ve obligada a desmontar parte de su silla de ruedas para acceder no sin dificultades. Una vez dentro, solo queda el espacio mínimo para una persona más. "Este ascensor debería ser más ancho, porque además de tener que desmontar la silla para poder entrar, me rozo con los laterales todos los días y me estropeo el calzado", apunta.

EN EL HOGAR. Ya en el interior de su hogar, las barreras arquitectónicas se han limitado en la medida de lo posible, aunque siguen existiendo. Es el caso del frigorífico, al que Chon Pérez solo accede hasta una altura media, siendo imposible para ella alcanzar los productos que están en la zona más alta. En una de las habitaciones hay una terraza con puerta corredera cuyos raíles impiden a esta sarriana salir al exterior. Aunque tiene los dos servicios adaptados, la estrechez de las puertas es evidente y se complica el acceso con una silla de ruedas. Tampoco puede tender la ropa al no alcanzar desde la silla el tendal situado en el exterior de una ventana de la cocina.

"Son pequeños problemas cotidianos que me encuentro y que en mi caso salvo gracias a mis familiares, que viven conmigo, y a que con el paso de los años hemos ido adaptando y solucionando los obstáculos más grandes", afirma Chon Pérez, que sí ve una necesidad de sensibilización social sobre este aspecto, tanto en las barreras arquitectónicas urbanas como en las del propio hogar o zonas comunes de vecinos.

"En mi casa la adaptación es bastante correcta, pero hay muchos edificios que carecen de rampas de entrada o cuyos pisos no son tan sencillos de adaptar como otros", apunta. La problemática existe y aunque esta sarriana ha conseguido sortearla en cierta medida, sí encuentra pequeños obstáculos que podrían evitarse.

"Las rampas del portal deberían ser llanas, con la silla de ruedas motorizada las consigo salvar, pero con la manual era imposible". Todavía queda mucho trabajo por hacer.

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