Puede que fuera el último día oficial de fiesta, pero no lo parecía. La Feira Medieval mostró este jueves un lleno total a media mañana, con ese caminar lento, típico de las aglomeraciones, que dejó en evidencia que lucenses y visitantes no estaban cansados y aún les quedaban ganas de fiesta.
Los puestos fueron similares a los de todos los años, con una amplia representación de productos típicos que fueron los que concentraron más público. Los churros y bollos preñados para ir matando el gusanillo antes de la comida arrasaron y los quesos arrancaron más de un cumplido. Para los que deseaban descansar del recorrido de puesto a puesto, se instalaron las tradicionales jaimas donde degustar té y dulces marroquíes.
Los puestos se concentraron entre Santa María, Clérigos y Pío XII, donde tuvo lugar el espectáculo de cetrería
Entre Santa María, Pío XII y parte de Clérigos se concentraron todos los vendedores, también los artesanos, con su habitual batiburrillo de saquitos de semillas para calentar en el microondas y aliviar el dolor de espalda, joyería de plata, bolsos de cuero, pañuelos y cestos.
Las Águilas de Valporquero fueron, un año más, la entidad encargada del espectáculo de cetrería y como es habitual los recorridos de sus águilas y halcones en el entorno de la catedral, especialmente esos segundos de vuelo a ras de cabeza antes de aterrizar en el guante de su entrenador, levantaron gritos que se debatían entre la admiración y el susto.
Aunque las aves concentraron mucha de la atención infantil, la de los adultos también se dirigió a los cantares de ciego a cargo de Mini e Mero, al trovador Crispín de Olot y al desfile del cortejo con vestimenta medieval, precedido por los caballeros templarios, cetreros, músicos del grupo Vita Brevis y los malabares de Ali Kaskabel.