ANÁLISIS. ¿Quién quema el monte?

La respuesta policial a los incendios forestales es compleja. Las personas que, por negligencia (en la mayor parte de las ocasiones) o de forma intencionada intervienen en la iniciación de las llamas son de un perfil de lo más variado, y en muy contados casos se puede acreditar la autoría. En los fuegos del domingo pasado no será diferente
Un grupo de vecinos observa un gran incendio en Cotobade
photo_camera Un grupo de vecinos observa un gran incendio en Cotobade

"Fillos de puta! Espera a que colla ao que fixo isto". Esta frase, textual, salió el lunes de la boca de un vecino que, armado con una manguera, defendió su casa y a sus perros de una voraz lengua de fuego que amenazó Pazos de Borbén. A menos de un kilómetro de allí, Alfonso Rueda, vicepresidente de la Xunta de Galicia, apuntaba a la "labor criminal de los incendiarios como a causa clarísima deste incendio". Sin embargo, y pese a la colaboración de unos (los vecinos) y a los esfuerzos de otros (las fuerzas de seguridad), la estadística dice que menos de un 20 por ciento de los fuegos que se declaran cada año en Galicia tienen un autor conocido. La investigación de los incendios forestales no es difícil en cuanto a la localización del foco y al esclarecimiento de las causas de los mismos. El Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil dispone de medios materiales y humanos que permiten determinar ambos elementos con un elevado nivel de fiabilidad. Lo complicado, imposible en muchas ocasiones, es dar con la persona que está detrás del 60 por ciento de los incendios que, según las mismas estadísticas, se produjeron de modo intencionado.

El mejor testimonio acerca de ello lo ofrece un agente que integró un grupo especial que envió el Ministerio del Interior a Galicia en 2006 para investigar la terrible oleada ocurrida aquel verano, que incluyó dos víctimas mortales en el interior de un vehículo en la PO-541 (a su paso por Cotobade) en un episodio muy similar al registrado en las últimas horas en las inmediaciones de Nigrán. "Permanecimos durante semanas en A Coruña, donde establecimos nuestra base, y realizamos toda clase de investigaciones. Interrogamos a decenas de personas y las conclusiones fueron que los incendios en Galicia no estaban conectados entre sí".

Los expertos descartan la posibilidad de que un grupo organizado esté detrás de los incendios del domingo en la comunidad autónoma

El investigador añade que "si alguien tenía en mente (como ocurrió tras lo visto el domingo) que aquello era obra de un grupo organizado, nosotros pensamos que no. Al menos no pudimos acreditarlo tras las investigaciones".

El mejor ejemplo de la gran dificultad que entraña esclarecer la autoría de un incendio forestal se vivió en Pontevedra en el año 2012. La Audiencia Provincial acogió el juicio, por el procedimiento de Tribunal del Jurado, en el que se acusaba a Serafín Pardiñas, un habitante que rozaba la indigencia en la pequeña aldea de Bugarín (Cerdedo), de provocar el mayor fuego de cuantos se produjeron en la tan mencionada oleada de 2006, que se inició en Serrapio (Cerdedo) y que llegó a las puertas de Pontevedra (Marcón) tras arrasar más de 10.000 hectáreas de Cerdedo, Cotobade y Campo Lameiro. Pardiñas, un hombre de aspecto imponente (cerca del metro noventa) pero carácter afable, sabía "plantar lume ás leiras", una práctica de lo más común en todos los pueblos y aldeas de Galicia desde antaño con el fin de limpiar sus propiedades y, en muchos casos, de apropiarse de un trozo de monte para hacerlo de su propiedad. Alguien dijo haberle visto prender, con la ayuda de un mechero, algún pequeño conato en una cuneta próxima a Quireza. Por ello y por su presencia en la zona cero de aquel histórico siniestro fue detenido, y por su declaración ante la Guardia Civil en la que reconoció haber plantado fuego, al menos en alguna ocasión, acabó en el banquillo y con una solicitud de pena que, en el caso de la acusación particular, llegaba hasta los 15 años de prisión. La Sección Cuarta de la Audiencia no halló vinculación alguna de aquel hombre con los hechos que causaron dos muertes y decidió disolver el jurado antes de tiempo por falta de pruebas.

 La estadística señala que apenas en un 20 por ciento de las quemas se puede determinar la autoría tras las investigaciones

En Galicia, la responsabilidad de la investigación de los incendios forestales recae sobre la Policía Autonómica, dependiente de la Xunta de Galicia, y el citado Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil. Entre sus éxitos más sonados destacó la detención de una mujer, hace algunos meses, que fue cazada in fraganti hace exactamente un año (en octubre de 2016) mientras lanzaba pastillas incendiarias desde el interior de su vehículo. Puede decirse que se trató de la excepción que confirma la regla. La Policía Autonómica fue la que, con la inestimable ayuda del servicio de brigadistas de la Xunta de Galicia, logró desenmascarar a una mujer que, según los agentes, estaba detrás de una quincena de incendios declarados el verano pasado en la parroquia de Ponte Sampaio, en el término municipal de Pontevedra. Los investigadores sostienen que la presunta incendiaria participó en la quema de 320 hectáreas de monte raso y arbolado en los lugares de Vilar, Ponte, O Rañadoiro y Acevedo, en Ponte Sampaio, y en A Canicouva. Muchos de estos fuegos pusieron en peligro a la población, que tuvo que salir de sus casas y hacer frente a las llamas con sus propios medios. Nada se sabe por el momento acerca de sus motivaciones. Sí pudo saber más tarde este periódico por fuentes de la Fiscalía Provincial que resultaría casi imposible vincular a la sospechosa con una quincena de fuegos, dado que solo existe prueba directa en uno de ellos.

Con los datos en la mano y pese a la comprensible necesidad de las autoridades de atribuir las quemas a "homicidas", lo cierto es que la mayor parte de los incendios que se producen en Galicia parten de quemas negligentes. Son fuegos que proceden de esa costumbre ancestral de "plantar lume ás leiras", como decía Pardiñas, con distintos objetivos, esto es, quemas controladas en busca de limpiar un terreno o unos pastos. Las cifras que maneja la Guardia Civil así lo confirman. El perfil de quienes los provocan, según la Fiscalía, es el de "una persona integrada, trabajador del campo, sin problemas psicológicos y que suele reconocer los hechos".

En segundo lugar, a mucha distancia de los citados, aparece la figura del brigadista que se queda sin empleo, como quedó patente hace escasas fechas con el arresto de uno de ellos en Ourense.

Los fuegos sin sentido, provocados por hombres desadaptados, vecinos del lugar y con problemas psicológicos, o el incendiario que busca un beneficio (ya sea particular o empresarial) también se hallan en la estadística, aunque, con las pruebas en la mano, su presencia en Galicia es casi testimonial, lo mismo que la figura del pirómano (como persona que tiene un deseo irrefrenable de quemar), detectada en muy contadas ocasiones.

A la negligencia (o la activa provocación) se unen factores ambientales (aprovechamiento y mantenimento del bosque) y meteorológicos. La suma de todo convierte al monte gallego en un polvorín en épocas de sequía.

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