Lóstregos por fruÍme

Mariano Rajoy dio ayer su respuesta al PP sobre las graves implicaciones para su partido y para dirigentes del mismo en el caso Bárcenas. Rajoy negó de plano su implicación en corruptelas, corrupciones de amplio espectro, cuentas en B y reparto de sobres con sobresueldos. Hizo una defensa firme de su persona en la política -no está en ella para ganar dinero ni este es el objetivo central de su vida-, mandó mensajes a unos enemigos no concretados, o difusos, que se sospechan como una mano o manos que quieren desestabilizarlo todo.

No sería exagerado decir que Rajoy habló o se explicó más en plano político, para transmitir seguridad a los suyos en el partido, que para dar razones de confianza y seguridad a los ciudadanos. Bien es cierto que la respuesta de Rajoy se escenifica dentro de un órgano partidario y no en una tribuna parlamentaria o de prensa dirigida a los ciudadanos.

Por tanto, el mensaje de ayer era interno aunque estuviesen las cámaras y los micrófonos. Pero, al final, lo válido será el test sobre la percepción que los ciudadanos tienen de lo que está sucediendo. Quizás en una explicación próxima a la ciudadanía se anuncie la demanda contra Bárcenas que con toda lógica y coherencia pidieron Alberto Núñez Feijóo y Esperanza Aguirre. Un Bárcenas que nominalmente estuvo ausente, aunque es el activador de la dinamita -la financiación paralela- que él fue colocando, o eso se denuncia. Solo el anuncio de que el PP había demandado al extesorero Luis Bárcenas habría llegado más como respuesta al ciudadano que un discurso. Una prueba de que se había ido al juzgado contra Bárcenas, igual que José María Aznar fue contra El País.

Rajoy estuvo firme y convincente sobre su persona. Pero por lo que se refiere al escándalo en expansión van a ser necesarias más explicaciones y gestos -y no precisamente de comprensión, aunque se entienda la compasión de proximidad hacia Ana Mato- como los que pidieron Feijóo y Aguirre.

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