| Título: Lore Director: Cate Shortland. Reparto: Saskia Rosendahl, Nele Trebs, André Frid, Mika Seidel, Kai-Peter Malina, Nick Holaschke. Cine: Sección oficial de la Semana de Cine. Calificación: 3 / 4 |
COMO una Caperucita Roja en la Alemania de 1945, Lore debe guiar a sus hermanos pequeños a través de bosques y ciénagas hasta llegar a la casa de su abuelita. Por el camino se encuentra con lobos en forma humana, algunos como amenazas heredadas de las transmisiones paternales de odios y terrores, y otros como peligros reales de una adolescente en pleno proceso de maduración.
El esquema de Caperucita está elegida por un doble motivo. En primer lugar, el evidente reflejo del despertar sexual de la niña protagonista; y en segundo, y el más interesante, para subvertir el sentido que los hermanos Grimm querían dar a su recopilación de cuentos tradicionales: un intento de fortalecer la cultura oral alemana en su formación de una naciente conciencia nacional. La protagonista de ‘Lore’ descubre en su viaje que toda la transmisión cultural y emocional proveniente de sus padres era una farsa, como, tal vez, las enseñanzas morales de los cuentos de Grimm.
Dentro de una familia en la que el padre es un oficial nazi y la madre una ferviente seguidora del régimen, la película comienza con la noticia de la muerte de Hitler, lo que implica el desmoronamiento de todo el plan previsto hasta la fecha. Con los padres huidos y supuestamente enviados a campos de concentración, Lore y sus hermanos tratan de sobrevivir en un país repartido entre las fuerzas vencedoras.
El encuentro con un chico judío, uno de los primeros lobos que aparecen, empieza a echar por tierra los códigos aprendidos. Por el camino, distintos ciudadanos alemanes -todos adultos- se sienten huérfanos y desolados por los acontecimientos, más por la caída de un ideal y no haber estado a la altura del Führer que por el hambre y el saqueo de los aliados.
‘Lore’, de la australiana Cate Shortland, es un ejercicio de rebeldía generacional que va más allá de las culpas de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Es, más bien, una apología a la identidad individual frente a aprendizajes y tradiciones que funcionan como transmisores de las generaciones anteriores. El último gesto de la niña protagonista es romper intencionadamente una convención familiar y social (una norma de educación en la mesa); y hacer añicos el ciervo de porcelana que llevó todo el viaje: lo único que quedaba de la herencia material que le legó su madre.
