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El reloj marca el tic, tac, tic, tac

LOS HÁBITOS y las rutinas del futbolista en un día de partido son múltiples y variados según como sea cada uno. En mi caso, me levanto sobre las ocho de la mañana, y es que soy una persona a la que le gusta estar arriba temprano. Luego la rutina de una jornada de partido marca un buen desayuno y un vistazo a los periódicos deportivos, donde miro con especial detenimiento las noticias y todas las referencias que tienen que ver con el Fútbol Club Barcelona. Tampoco pierdo la ocasión para ver los resúmenes de esos partidos que quedan pendientes del sábado y, por supuesto, el vistazo al partido que televisa Canal Plus los domingos a las doce de la mañana.

Puede decirse que apuesto por una mañana bastante tranquila. Si están conmigo mis padres o mi novia, nos quedamos en casa y suelen ver el partido conmigo. Cuando termina, todo cambia. A partir de ahí, si juega el Lugo, ya todo son ganas de jugar, de estar en el campo, de saltar al césped, de vivir sensaciones. Nos marcan que lleguemos al estadio una hora y tres cuartos antes de cada partido, pero siempre soy de los primeros. Me adelanto incluso.

Por lo que respecta a los cambios de los horarios, en mi caso los llevo bastante bien y no me produce especiales trastornos. Si juegas a las cuatro de la tarde, por ejemplo, tienes que cambiar los horarios de la comida y el desayuno, y nada más. Lo principal es llegar con fuerza al partido y no acabar sin nada en el estómago en la segunda mitad. Hay que evitar desfallecimientos y prever que puede producirse un desgaste más importante o que puedes sufrir calambres. Evitarlo es muy importante. Lo que más.

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