Opinión

El marcador simultáneo

"EL CELTA SIEMPRE que sale de casa va de putas", comentaba con retranca un veterano aficionado al ver de reojo como el marcador simultáneo de Pasarón registraba el 2-0 en la casilla del Spórting-Celta a los 20 minutos de juego. Hoy a los chavales acostumbrados a los videomarcadores les parecerá una antigualla, pero hasta hace nada, en la gran mayoría de estadios, una estructura de tubos metálicos y tablillas situada en uno de los fondos informaba de los resultados en otros partidos.

Era necesario para ello adquirir a la entrada una rifa con la clave marcador, porque cada partido era patrocinado por una casa comercial. La que habitualmente informaba del resultado del Celta lejos de Balaídos era el Pub Garden. Ya se imaginan el tipo de local. La frase acabó haciendo fortuna en Pasarón: ‘El Celta fuera de casa siempre sale de putas’.

Ese sistema de señales encriptadas influiría en la celebración del caótico desenlace de la Liga 80-81. Esa temporada el Atlético de Madrid parecía transitar seguro hacia el título. El entrenador era García Traid y el presidente Alfonso Cabeza, un forense lenguaraz, histriónico y de flequillo rebelde. Había sido jugador universitario, y aunque ya cuarentón, mantenía buen tipo y buena planta. En el tramo final del campeonato el Atlético llevaba tal ventaja que en uno de sus habituales alardes su presidente anunció que había tramitado en la Federación su ficha como futbolista profesional para jugar el último partido de Liga en casa. Incluso posó para la prensa vestido de corto y dando unos toques a un balón.

Seguro que no han olvidado la Liga del 80-81. Relato de un recuerdo y sin el ventajismo de Google

Pero ya se sabe que el fútbol paga siempre la soberbia, y tras tan insólito anuncio presidencial llegó la debacle. Los colchoneros encadenaron una racha de empates y derrotas que parecía no tener fin. Cabeza recurrió al manual y habló de una conspiración.

-¿Insinúa que el árbitro estaba manipulado?- le pregunta un periodista.

-No, por Dios, manipulado no... ¡Teledirigido, teledirigido!

Fue sancionado y tuvo que refugiarse en la grada para ver como el colegiado Álvarez Maruenda masacraba al Atlético en un partido contra el Zaragoza que pasaría a la historia como una de las mayores ‘desfeitas’ arbitrales. El Atlético dilapidó su ventaja y de ello se aprovechó la Real Sociedad, que había perdido la Liga el año anterior de forma cruel e injusta en la penúltima jornada. El fútbol a veces da segundas oportunidades.

A ese último partido llegan La Real y El Real como únicos candidatos tras un sprint codo a codo. Los vascos, a los que vale el empate, juegan en El Molinón, y el Madrid en Zorrilla. A los cinco minutos de partido el colegiado Donato Pes Pérez paró el juego y advirtió al delegado del Valladolid tras anunciar por la megafonía del estadio que acababa de adelantarse la Real, con gol de Kortabarria de penalti. Podrían desanimarse los de Boskov. Sorprendió semejante pulcritud. Con 1-2 anularía un gol de apariencia legal al Valladolid. Poco después Stielike sentenciaba. Todo quedaba a expensas del final en Gijón.

El simultáneo tuvo su momento de gloria en Zorrilla

Para entonces el Spórting ya había remontado con dos goles de Mesa. Los resultados llegaban por transistor a los aficionados y también por aquellos artesanos marcadores simultáneos, único sistema de información al que tenían acceso visual los jugadores desde el campo. Junto al resultado, una tablilla con un punto de color rojo o negro señalaba si seguía en juego o ya había acabado el partido. Los jugadores del Madrid, con Juanito a la cabeza, comenzaron a saltar sobre el césped celebrando por anticipado el título cuando les llegó un rumor de la grada y vieron que el chico del marcador simultáneo se disponía a mover una tablilla en el partido de El Molinón. Era el minuto noventa y entonces apenas se descontaba. El movimiento era sin duda para señalar el final de Gijón con la sustitución del punto rojo por el punto el negro, tablilla que se había empezado a mover.

¡Pero no! Para sorpresa de todos, tras un momento de duda e incertidumbre, el chaval dio marcha atrás y lo que hizo finalmente fue cambiar el 2-1 por el 2-2. El madridista Pineda se echó manos a la cabeza al darse cuenta del error de interpretación de sus compañeros, que pronto pasarían de brincar y abrazarse a desplomarse en el césped. Aquel gol de Zamora en el último segundo del partido de El Molinón aguó la primera Liga del clavo ardiendo y nos dejó afónicos por la celebración. Como tituló El País: ‘Empató La Real y ganó el fútbol’.

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