La política de la cautela

Dice Obama que busca en China ''una cooperación pragmática en asuntos de mutua preocupación''. En su discurso en Tokio preparó de la mejor forma posible su llegada al llamado gigante asiático (que bien podría llamarse gigante a secas) ya que pragmatismo es la palabra que mejor define el carácter colectivo chino. Hacen gala de él en las relaciones comerciales, en las personales y en las estratégicas y todo el que haga uso de esa virtud llegará a buen puerto con ellos.

¿Cómo se traduce esta declaración de intenciones del presidente estadounidense? No incidirá en temas tan espinosos para Beijing como el reconocimiento del gobierno taiwanés o conflictos como el del Tibet o el uigur, pero tampoco se olvidará de la defensa de los derechos humanos. Estará en sus discursos como no podría ser de otra forma en el caso del máximo mandatario de un país que se considera adalid de los mismos, además demócrata (partido al que se considera más interesado en su acérrima protección que los republicanos), Nobel de la Paz y deseoso de iniciar nuevas relaciones estratégicas sin perder las anteriores. Sin embargo, será un asunto secundario, que como ya hizo en el encuentro con jóvenes en Shanghai, reservará para audiencias menos comprometidas.

Por ''asuntos de mutua preocupación'' se entenderá en este caso la seguridad, con el establecimiento de un tratado militar, y el comercio. En el primer caso, Washington busca en Beijing apoyo contra la amenaza nuclear de casi el único socio que Corea del Norte respeta. En el segundo, China quiere que se dejen de gravar sus productos con aranceles especiales y asegurarse de que su dinero invertido en deuda del Tesoro americano --del que es el principal comprador-- está a buen recaudo pese a proyectos ambiciosos como el de la reforma sanitaria, mientras Estados Unidos desea que el país asiático deje de mantener depreciado el yuan, lo que da tal grado de atractivo a sus productos en el mercado global.

Como el pragmatismo chino no implica desinterés por los gestos o que éstos no sean valorados en su justa medida, el hecho de que Obama visite el país en su primer año de mandato, durante cuatro días (dos en la capital económica, Shanghai, y dos en la política, Beijing) frente a la mayor brevedad de su paso por otros países de Asia, con la preparación previa de Clinton (que abrió camino en febrero) y con actos como reuniones con jóvenes o visitas a la ciudad prohibida o la Gran Muralla se entiende como una señal de respeto a un país que, para disgusto de muchos, ya se tutea con Estados Unidos.

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